“Alzo la voz por todas las mujeres con discapacidad que no pueden hacerlo”

Discapacidad

¡Voltéame a ver, voltéame a ver porque yo también soy mujer! Ese fue el grito de Karen Rodríguez mientras rodábamos en nuestras sillas de ruedas, abriendo paso, intentando alcanzar nuestro contingente, en la marcha de mujeres del 8 de marzo de este año. Lo gritó por primera vez después de que alguien dijera: “Dejen pasar a la silla de ruedas”.  Sillas de ruedas. Es una expresión que conocemos bien, porque la escuchamos muy seguido y, sin duda, nos reduce a un objeto. Yo sentí que esas palabras más que nunca necesitaban escucharse, así que también grité y mi voz se entrecortaba por las tantas veces que hemos sido ignoradas, discriminadas o hemos sido víctimas de violencia. 

En esa ocasión nos tardamos casi 6 horas en llegar al Zócalo. Recuerdo que a Karen se le rompió un balero de una de las llantas de su silla de ruedas, que es lo que le permite rodar libremente, sin problema. Avanzar, por lo tanto, para ella era más difícil, pero gracias a su preparación como auxiliar de instructora en el manejo de silla de ruedas pudo llegar, muy cansada, pero llegó. 

Apenas este lunes 14 de septiembre, por la noche, Karen se presentó en las oficinas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que actualmente son conocidas como “Okupa, Casa de Refugio Ni Una Menos”, para participar en el acto de la `Antigrita´.   Cuando le cedieron el megáfono en nombre de las mujeres con discapacidad dijo:

“Vengo por todas las mujeres con discapacidad que hemos sido ignoradas, sistemática e históricamente no sólo por el Estado sino por la maldita CNDH que siempre nos usó como estandarte, mientras nos estaban ignorando. ¡Hay un chingo de morras con discapacidad que han sido violadas por sus cuidadores, por sus padres y sus hermanos y ellas no pueden salir a denunciar, ellas no pueden salir a hacer justicia y nadie las ayuda ni las escucha, la pinche CNDH siempre nos usó de su bandera, pero siempre nos ignoró igual que el Estado!”.

Karen es una mujer de 28 años con discapacidad motriz, adquirida a la edad de año y medio cuando fue atropellada. Ella acaba de terminar la licenciatura en psicología. Trabaja, es independiente y está comprometida en derribar los estereotipos en los que se nos coloca a las mujeres con discapacidad. 

“Estoy aquí porque las mujeres con discapacidad también existimos y también resistimos un chingo de mamadas”, dijo.

Sobre su mensaje, ahora Karen reflexiona: “Somos esa periferia invisible y necesitamos primero que ellas nos empiecen a ver como mujeres, para que nos representen y nos ayuden a dar voz, porque las mujeres con discapacidad aguantamos y resistimos, pero pareciera que no sirve de nada”.

¿Qué razones tuvo para asistir el lunes a la ‘Antigrita’?  Dice que desde que tomaron la CNDH pensó que las mujeres con discapacidad necesitamos hacer presencia, que la CNDH nos ha tomado como bandera, pero realmente no ha hecho lo suficiente para garantizar el ejercicio de nuestros derechos, es por esto que, acompañada de una de sus amigas de la universidad y sus parejas, se dieron cita en la ahora “Casa de Refugio, Ni Una Menos”.

Comenta que al llegar al lugar había muchos granaderos y eso la hizo dudar, pues se sintió insegura. Sin embargo, la fuerza de representar a las mujeres con discapacidad la impulsó a seguir. 

Las asistentes a la ‘Antigrita’ abrieron paso para que pudiera ver más de cerca. Se acercó y dijo: “Yo quiero que pinten alguna consigna que haga referencia a las mujeres con discapacidad, quiero que también nos representen”.

Entonces le ofrecieron usar el megáfono. Una vez que terminó de hablar, al pasar entre las otras mujeres, muchas de ellas le tocaban el hombro y le dijeron frases como: “Tú sí me representas”. 

“Salí de ahí con una sonrisa enorme debajo del cubrebocas”. El objetivo se cumplió, ser la voz de las mujeres con discapacidad que por motivos de la contingencia sanitaria derivada de la pandemia no pueden salir, comenta Karen.

Al preguntarle sobre las experiencias de violencia que ha sufrido y dan razón a que ahora esté decidida a alzar la voz, respondió:

“Son muchas cosas para ir enumerando, he sido víctima de violencia física y psicológica por parte de mi mamá,  y cuando mi papá ingresó una denuncia en el CONAPRED se le dio más importancia a lo que dijo mi mamá, cuando fui yo la que fue violentada por ella”. 

“En otra ocasión, cuando necesité atención ginecológica hace años, al preguntar por el uso de métodos anticonceptivos, el médico me dijo que podía usar cualquier método y me cuestionó: ‘¿Para qué necesitas un método anticonceptivo si tú no tienes relaciones sexuales?’ Él asumió eso y con ello negó mis derechos sexuales y reproductivos, además de darme información errónea, ya que debido a la discapacidad hay métodos que no se recomiendan, necesitamos el acceso a la atención médica especializada”.

Me comentó que ha sufrido discriminación por parte de diversos servicios como en restaurantes, centros médicos y en general con la atención: siempre se dirigen a su acompañante y no a ella, como si no pudiera expresarse. Esto es algo que a las personas con discapacidad nos ocurre a menudo, se da por hecho que no tenemos voz.

Le pregunté acerca de qué soluciones considera pertinentes ante esta situación, me respondió: “Hay mucho por hacer, hacen falta políticas públicas que cubran a toda la población, en todas sus periferias y diversidades, somos mujeres sujetas a derechos y aprovecho la revolución del movimiento feminista para darnos voz, porque se nos excluye al derecho de la vida y vivir bien, con dignidad, estoy harta de que piensen que somos desechables e improductivas”. 

Por último agregó: No tengo miedo, ni me voy a quedar callada porque hay muchas mujeres con discapacidad que por su condición no pueden levantar la voz, ¡por eso la levanto yo! Le prestaré mi voz, mi piel y cuerpo a todas esas mujeres que no ven, pero que existimos y resistimos, algunas desde que nacen, otras desde que adquirimos la discapacidad. Resistimos la discriminación, el juicio, la infantilización, los tratamientos y cirugías. Resistimos la vida y la sociedad y aún así se nos minimiza e ignora. ¡No somos una, no somos 100, cuéntenos bien, porque somos miles de mujeres con discapacidad! ¡Voltéame a ver, voltéame a ver, porque yo también soy una mujer!

*Jenny Baumed es estudiante de Comunicación y activista por los derechos de las Personas con Discapacidad. 

Esta historia se publicó originalmente en YoTambien.mx. Disponible aquí

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