Afrontan la vejez con humor existencialista

Gran parte de las historias que hemos visto por años en pantalla podrían resumirse en lo siguiente: un hombre blanco de mediana edad haciendo cosas. Sólo basta recordar el Test de Bechdel en el que se pusieron a prueba varias películas de Hollywood y que, para superarlo, únicamente hace falta encontrar a dos personajes femeninos que tengan una conversación entre sí y que dicha plática no sea sobre un hombre.

Sorprendentemente, o no tanto, muchas de las cintas con las que hemos crecido no superaron la prueba, entre ellas The Truman show, Perros de reserva, Misión imposible, Piratas del Caribe, y muchas otras.

Por lo tanto, cuando encontramos una serie cuyos personajes principales son dos hombres estadounidenses de clase media-alta, está justificada la sospecha inicial que podría suscitarnos. Por fortuna, la realidad muchas veces irrumpe para resquebrajar los prejuicios. En esta categoría podría entrar la serie de Netflix El método Kominsky, que el pasado 26 de octubre estrenó su segunda temporada.

Sandy Kominsky (Michael Douglas) es un actor veterano que jamás será recordado por su labor en los escenarios, pero sí como maestro y mentor de teatro. Norman (Alan Arkin), por otra parte, es representante de artistas en Hollywood y ha tenido una carrera exitosa. La amistad de este par será el hilo conductor de las dos temporadas de El método Kominsky, y que nos hará reír y conmover de forma proporcional.

Hay quienes consideran que este tipo de producciones pertenecen a un nuevo género que en Estados Unidos es denominado dramedy (por su evidente combinación de drama y comedia); sin embargo, todos los elementos parecen indicar que sólo estamos hablando de una buena —muy buena— comedia. Si por algo se ha destacado la contemporaneidad cinematográfica es por rescatar a este desgastado género y demostrar que la risa también proviene de lugares complejos y existenciales y que, como dijo Armando Discépolo, “la risa es la más asombrosa conquista del hombre, pero si reír es comprender que sólo se ríe para aliviar el dolor”.

El tercer personaje, y quizá el que juega un rol protagonista, es la vejez. ¿Qué pasa cuando los planes a futuro dejan de ser a largo plazo? ¿Qué se le puede pedir a la vida a los 60?, ¿y a los 70?, ¿y a los 80? Por supuesto, El método Kominsky no tiene la respuesta. Lo que sí podremos vislumbrar es la vulnerabilidad que genera la conciencia de la cercanía con la muerte y el intento de insertar el trabajo, el amor, la amistad y los deseos en ese espacio temporal, sea cual sea. Para nuestra fortuna, la vejez no es, como dijo Philip Roth, solamente una masacre. Ya quisieran muchos jóvenes no tan joviales tener la energía y vitalidad de Norman y Sandy para un domingo cualquiera.

Al final, lo peor que podría pasarnos es que la muerte llegue con tal mal tino que al encontrarnos se de cuenta que ya estábamos muertos, sólo que aún no lo sabíamos.

  • El Dato: El creador de la producción de Netflix, Chuck Lorre, también es la mente detrás de series como Two and a half man, The Big Bang theory, Young Sheldon, Mike & Molly y Grace bajo fuego.

 

Original.

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