Una mirada sin etiquetas

La neurodiversidad es una mirada positiva hacia las diferentes expresiones neurológicas, que se sustenta en aquello que algunas personas pueden hacer de manera extraordinaria. Cómo tratar el tema en el sistema educativo.
El concepto de neurodiversidad surge como contrapartida del paradigma que deja fuera de los estándares de la sociedad a aquellos que neurológicamente presentan diferencias y son catalogados como impedidos o discapacitados.

En el libro «El poder de la neurodiversidad» el doctor Thomas Armstrong se refiere a las extraordinarias capacidades que se ocultan detrás del autismo, hiperactividad, dislexia y otras diferencias cerebrales. Destaca la importancia del entorno a la hora de encontrar nichos donde las personas neurodiversas se destaquen, maximizando desde niños sus aspectos positivos.
En esa etiqueta, el sistema educativo, laboral y la sociedad en general, encierra lo que le resulta diferente y no comprende. Allí están los niños hiperactivos, disléxicos, autistas, los que tienen síndrome de down, entre otros. En definitiva, los que no responden a los parámetros de «normalidad» y que son etiquetados por aquello que no pueden hacer.

La neurodiversidad es una mirada positiva hacia las diferentes expresiones neurológicas, que se sustenta en aquello que estas personas pueden hacer, muchas veces de manera extraordinaria.
En el ámbito educativo aún hay obstáculos a la hora de respetar las individualidades, ya que se trabaja como si todos los alumnos aprendieran del mismo modo y con los mismos tiempos. Quienes impulsan la neurodiversidad entienden que el sistema educativo, que integra al alumno neurodiverso con una maestra integradora solo para él, mientras el resto de la clase atiende a la maestra común, de alguna manera repite viejos hábitos y patrones. Según sostienen, la escuela debe ser un espacio que cuente con diferentes recursos y material de apoyo para todos los alumnos: audio, video, arte, láminas y actividades que permitan el movimiento dentro del aula.

El ámbito del aula.
Marita Castro, directora general de la Asociación Educar -que cuenta con un equipo de profesionales dedicados a la neurosicoeducación y trabaja en el ámbito educativo en 33 países- sostiene que es necesario respetar las características de cada alumno a la hora del aprendizaje.
– ¿Es posible trasladar el concepto de neurodiversidad al aula respetando las diferentes maneras de aprender? ¿Cómo sería esa aula?
– Cada alumno es único y merece que se lo conozca para poder acompañarlo en su proceso de aprendizaje. La generación de un vínculo es algo que jamás debe ser visto como una pérdida de tiempo. Por el contrario, siempre es una ventaja tanto a nivel humano como profesional y educacional. Es necesario tener un espacio para conocer a los alumnos, sus necesidades y sus estados emocionales, para que el docente pueda contar con la información que le permita generar contextos constructivos y enriquecidos que faciliten el proceso de aprendizaje.
Si bien el tiempo no alcanza muchas veces debido a la cantidad de alumnos que un docente tiene, se pueden realizar trabajos en grupos con fichas, posters y otros recursos que contribuyan a que docentes y alumnos descubran sus fortalezas y necesidades individuales.
– Más allá de las dificultades específicas que pueda presentar un alumno, ¿la educación tradicional necesita actualizaciones o modificaciones que simplifiquen el aprendizaje?
– La educación abarca todos los ámbitos de nuestra vida, ya que constantemente estamos aprendiendo. Y puede ser enriquecida con nuevos conocimientos que permitan acercarnos a comprender nuestra biología y cómo lograr que la misma esté a favor de nosotros y de nuestra capacidad de aprender. Ya William James expresaba hace mucho tiempo que «el gran tema en toda nuestra educación es convertir al sistema nervioso en nuestro aliado y no en nuestro enemigo». El aprendizaje y el ejercicio de la memoria modifican las conexiones neuronales y los circuitos que éstas conforman. Un punto crucial, por ello, es el de lograr activarlas atrapando y manteniendo la atención, o sea encender el sistema atencional con propuestas que contemplen diferentes estímulos sensoriales.

Capacitar y motivar.
– En la entidad trabajan capacitando docentes, ¿cuáles son las principales falencias que notan en la formación que actualmente reciben los maestros?
– Más que hablar de falencias, hay que hablar de los nuevos descubrimientos que surgen de distintas disciplinas científicas que hacen a nuestra biología y a conocer a nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente). Y esos descubrimientos contribuyen a que los docentes cuenten con conocimientos que les posibiliten reflexionar sobre su tarea y a través de su experiencia poder volcarlos a su práctica profesional. Además, los mismos favorecen el bienestar personal del docente, algo que le permite estar más motivado para una tarea tan trascendente como lo es educar intelectualmente y también formar a sus alumnos como buenas personas.
Desde la Asociación Educar destacan algunos tips necesarios y que no siempre se contemplan. Entre ellos que lo que se enseñe tenga sentido y significación para los alumnos y que pueda relacionarse con conocimientos anteriores.
Otro punto clave es la motivación para enseñar del docente, ya que los seres humanos poseemos neuronas espejo que nos hacen contagiarnos unos a otros. Por ejemplo, nuestros estados emocionales influyen notablemente en los otros y las emociones forman parte del proceso de aprendizaje. Atención, aprendizaje, memoria y emoción están íntimamente relacionados.

El origen de una palabra.
Antes el término neurodiversidad estuvo vinculado a personas diagnosticadas con trastornos del espectro autista (TEA) que querían ser reconocidas como diferentes, pero no como discapacitadas. Hoy esa palabra se usa para quienes tienen déficit de atención, dislexia, dispraxia y trastornos del lenguaje y bipolar. Además sirve para reemplazar expresiones como «enfermedad», «desorden» o «trastorno». Quienes bregan por este cambio de paradigma aseguran que, en un futuro cercano, se hablará de neurodiversidad tal cual se habla de «diversidad biológica», «diversidad sexual» o «diversidad cultural».
Fuente: laarena.com.ar/la_ciudad-una_mirada_sin_etiquetas-110610-115.html

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