‘Truman’, un perro de terapia para niños con autismo en los Goya

Truman

Jaime tiene nueve años y tiene autismo. Nano, un apodo cariñoso e incongruente para un animal de 55 kilos, también tiene nueve años. Es un bullmastiff, un perro de una raza clasificada como potencialmente peligrosa ante el que mucha gente se cambia de acera, y que soporta no solo pacientemente, sino con gusto, que Jaime le agarre del rabo o intente subirse encima; pero es que Nano es un perro de terapia, entrenado para trabajar con niños como Jaime.

Nano es además un ejemplo perfecto de que las apariencias engañan. Igual que su hermano Troylo, el perro que ha interpretado a Truman, en la película de Cesc Gay triunfadora en los Premios Goya y que ya obtuvo en enero el premio Bienestar Animal del Colegio de Veterinarios de Madrid. Troylo no era un perro actor; el animal al que Ricardo Darín quiere buscar un hogar tras saber que le queda poco tiempo de vida, también estaba entrenado para ser un perro de terapia con niños con autismo.

«Me habían ofrecido más veces que mis perros actuaran en una película, pero siempre para interpretar perros fieros, guardianes, y yo no quería eso. En Truman querían que Troylo se comportase como lo que es, un pedazo de pan, que fuese muy pesado y pidiese muchísimos mimos. Es una película maravillosa que muestra la relación que debería haber entre un hombre y su perro», explica Federico Baudin, criador de los bullmastiffs de Castro-Castalia y amante de los animales que ha rescatado, reeducado y encontrado familia a más de 150 molosos en los últimos años.

Troylo murió en noviembre, perdiendo el privilegio de ser el primer perro en pisar la alfombra roja del festival de cine de San Sebastián, honor que le correspondió a su hija Bert. «En el equipo de la película lloraron como magdalenas. En el festival Ricardo Darín llegó a pedir que no le preguntaran por Troylo en las entrevistas, porque inmediatamente se ponía a llorar», cuenta Federico.

Tras la ley de perros potencialmente peligrosos

Jaime no está al principio por la labor de interactuar con ese perro enorme para procurar una imagen que ilustre este reportaje. Se encuentra rodeado de extraños, un par de ellos portando cámaras, en un entorno desconocido cuando debería estar en el colegio. A los niños con autismo le cuesta adaptarse a los cambios de horarios, de rutinas. Se sienta en un sofá y Nano se aproxima, todo suavidad. Reclama atención con delicadeza, acercando despacio una cabeza que triplica la del niño. Al final decidimos salir a dar un paseo por la finca con los perros; además de Nano nos compañan un cruce de mastín del pirineo que ayuda a personas con alzhéimer y un joven galgo rescatado del maltrato. Trepando y saltando sobre las piedras de la sierra, Jaime se relaja. Nano no se separa de él. «Está frustrado, ha entrado en modo trabajo y sigue ahí», nos cuenta Federico Baudin.

Al final casi todos acaban abrazados al perro En pocos minutos la magia comienza a producirse y Jaime alarga la mano espontáneamente para acariciar al perro, que siempre está pendiente para facilitar el contacto. Luego llegan los intentos por cogerle de la cola, por subirse a caballito. «El trabajo de mis niños difiere un poco de lo que suele hacer la mayoría. Mis perros no son estáticos, no esperan a que les estén haciendo mimos o les peinen. Aprovechando una característica fundamental de la raza, que es que son megapesados, no paran de estar pidiendo mimos. Lo que nosotros hacemos es intentar que esa asistencia sea lo más suave posible. Al final casi todos los niños acaban abrazados al perro y encantados de la vida».

¿Cómo acaba un criador de bullmastiffs entrenándolos para que sean perros de terapia? Pues por una carambola nacida de la aparición de la normativa de tenencia de perros potencialmente peligrosos, aprobada en 2002. «En un principio empezamos a prepararlos como perros de terapia para sortear la ley, porque un perro así no necesita ni el bozal ni la correa corta. Lo que empezó como un escape a algo que no nos gustaba, acabó siendo algo fundamental para nosotros, porque en el momento que empiezas a interactuar con estos niños o con personas con parálisis cerebral las anécdotas que ocurren, las cosas que pasan, te parten el alma y no puedes dejarlo; te preocupas más, sigues investigando y aprendiendo».

Los perros favorecen mucho el desarrollo de las personas con discapacidad a todos los nivelesTeo Mariscal, criador de labradores, maestro de adiestradores y director de la Fundación Bocalán, referencia internacional que opera en varios países, explica qué se pretende conseguir con la ayuda de estos perros: «Lo que hacen es facilitar la interacción con el terapeuta, se utilizan como reforzadores, en actividades que son menos agradables para el niño, en situaciones que para el niño son muy aversivas… es una herramienta, aunque no me guste usar ese término, que tiene el terapeuta en su mano para lograr mayor motivación, atención. Un perro va mucho más allá que un reforzador como una galleta o unas pompas, la ventaja que tiene es que está vivo, son variables. Y el perro también tiene que disfrutar, hay que alejarse de un uso instrumental de los animales: la vaca da leche, la gallina da huevos y el perro, terapia».

Laura Hijosa, psicóloga de la Federación Autismo Madrid, confirma lo beneficioso que puede resultar el trabajo de perros como Troylo o Nano: «las terapias que son fundamentales son las que están contrastadas a nivel científico, pero este tipo de actividades desde luego son un apoyo muy bueno y la experiencia nos demuestra que favorecen mucho el desarrollo de las personas con discapacidad a todos los niveles. Pero eso no significa que deba ser la terapia principal. E igual que sucede con las denominadas terapias principales, no todas están diseñadas para todos. A lo mejor hay chavales a los que les vienen mejor la música y el deporte».

Da igual la raza y el tamaño

]Desde luego, Troylo y Nano son la prueba viviente de que los perros de terapia no tienen porqué ser el labrador o el golden retriever que estamos acostumbrados a ver. «Da igual la raza. A lo mejor el típico labrador super brusco e impulsivo no va bien», reconoce Teo Mariscal, «en terapia lo que es importante es que el animal disfrute de la interacción. Tienen que pasarlo bien a ambos lados. Lo ideal es un perro resilente, con una sensibilidad corporal baja y que busque el contacto igual que el niño para que lo disfruten los dos. El tamaño también da igual, pero hay que tener en cuenta que tiene que estar en relación con la persona que vaya a trabajar. Si tienes a un chaval con autismo de 19 años y 90 kilos y muy brusco, pues a un cocker lo va a aplastar. Tienen que estar equilibrados».

En terapia lo que es importante es que el animal disfrute de la interacción Es importante distinguir entre los perros que ayudan a llevar a cabo terapias y los perros de asistencia, que son otra cosa. «Un perro de asistencia va unido al niño por un arnés y evita conductas de fuga, frecuentes y muy peligrosas con niños con autismo. También trabaja sobre las conductas de oposición: por ejemplo si se tiran al suelo el perro les chupa la cara y genera una incomodidad divertida que hace que se levante. Ayuda en seguridad vial, ya que se para a un metro de los bordillos. También mejora los patrones de sueño. El perro se acuesta al lado y le proporciona una presión que calma”, explica Teo Mariscal.

Laura Hijosa remarca que «en cuanto se lanza alguna noticia de terapia con perros, enseguida las familias nos llaman diciendo que se quieren comprar un perro, pero teniendo un perro no vas a tener un perro de terapia o asistencia. Se tiene que trabajar desde un ámbito profesionalizado».

En este sentido el programa Paws es una referencia para las familias que quieren que su perro pueda ayudar a un miembro de la familia con autismo. Este próximo verano hará dos años que la Fundación Bocalán trajo a España esta iniciativa que arrancó en el Reino Unido de mano de la asociación Dogs for the Disabled, una de las entidades pioneras en el campo del perro de asistencia para niños con autismo, con la colaboración de la Autistic Society. «En Inglaterra está siendo una revolución, con miles de familias participando. Los resultados son muy buenos y las familias estás muy contentas», cuenta Teo Mariscal.

¿En qué consiste? Pues en dar unas pautas a padres y tutores, formarles para que los perros de casa, nuestras mascotas sin entrenamiento especial, puedan ayudar a que los niños con autismo interactúen más con ellos, para enseñarles a jugar y motivarles en distintos aprendizajes. «Hay un montón de familias que piden un perro, pero no es fácil, hay que buscar financiación. Nosotros tenemos 200 solicitudes al año y entregamos unos 20 perros de autismo. A veces hay que esperar tres años y es una faena, porque es mejor pillar a los niños cuanto antes. Paws surge de la idea de que hay familias que no pueden acceder a un perro de terapia y sí quieren tener un perro o ya lo tienen».

Original.

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