Sexo y discapacidad: «Si se oculta pasan cosas malas»

Pareja con síndrome de Down.

Marta fue al almacén y, mientras charlaba con el dueño, entró un hombre joven con síndrome de Down, desnudo de la cintura hacia abajo. Enseguida, el comerciante se espantó; lo llamó por su nombre, le pidió disculpas a su clienta y se lo llevo del brazo rumbo a su casa, contigua al comercio.

Ambas situaciones sucedieron realmente aunque los nombres de los involucrados no son los reales, porque pidieron proteger su privacidad. El primer caso fue compartido a El País por la madre de un chico sordo; al narrarlo y revivir la escena, la mujer se exaltó y se ruborizó.

El segundo fue manifestado por un lector y tuvo como frase final del relato la expresión «es que son muy sexuales».

«No hay ninguna evidencia de que exista una hipersexualidad ni nada por el estilo», aclaró Sergio Meresman, psicoanalista argentino, ex asesor de la Organización Mundial de la Salud, quien ofreció la charla «Discapacidad y adolescencia- Los proyectos de vida y sus fronteras», en el XXX Congreso Uruguayo de Pediatría, realizado del 8 al 11 de septiembre.

«Lo que pasa es que no se desarrollan las herramientas que generan el pudor, la vergüenza y ayudan a la persona a reprimir sus impulsos», agregó el especialista. «Estas barreras vienen de los padres y de la educación; cuando los padres y el entorno niegan la sexualidad de esas personas y luego la reprimen, el resultado son esas actuaciones».

En Uruguay, 47.799 niños y adolescentes entre 0 y 17 años sufren discapacidad, según el documento «La situación de niños, niñas y adolescentes con discapacidad en Uruguay», realizado por Meresman para Unicef con base en el Censo de Población 2011.

Las discapacidades más comunes son las intelectuales, que padecen 23.472 uruguayos entre 6 y 17 años. De ellos, unos 8.500 lo sufren de forma severa o moderada. Además, casi 20.000 viven con discapacidad visual o son ciegos; unos 1.500 padecen sordera.

«Hay una pregunta que se le hace a todos los niños, menos a los que tienen discapacidad, y es: ¿Qué vas a hacer cuando seas grande?», apuntó Meresman en diálogo con El País. «Le hice ese comentario a una madre que tiene una hija de 15 años con síndrome de Down y me respondió: Cuando sea grande… va a ser grande; nada más».

Para el psicoanalista, quien trabaja a nivel clínico y con organizaciones vinculadas a la temática de la discapacidad, es importante que los adultos acepten que la sexualidad también es parte de la vida de las personas que tienen algún tipo de limitación, sea severa o no.

«Los chicos no van a ser siempre angelitos, inocentes; van a crecer y necesitan que la familia se prepare para que puedan crecer. Que salgan de la negación y el miedo», remarcó.

Hablarlo.

Jesshie es madre de un niño con síndrome de Down. Santiago tiene 10 años, pero ya comenzó a enseñarle conceptos básicos de salud sexual, como las diferencias entre el hombre y la mujer; los órganos sexuales, la importancia del pudor, el respeto a la intimidad y que no puede aceptar que agredan su cuerpo. Así, busca que el tema esté presente en su desarrollo de forma natural.

«La comunicación con Santiago la encaro siempre de la forma más natural posible, con frases sencillas, cortas, de forma que pueda ir incorporando lo que le quiero transmitir», subrayó. «Como madre aspiro a que tenga una vida lo más integrada posible, en todos los aspectos, también en los afectos, las emociones y todo lo que implica la sexualidad».

Bajo de la categoría de discapacitado, señaló Meresman, hay miles de personas con desafíos diferentes. En las personas con discapacidad intelectual los tiempos pueden ser más largos pero comprenden y construyen herramientas que los ayudan en el vínculo con otros, remarcó.

«A veces no se trata de encontrar pareja en el sentido de que te tenés que casar; a veces se trata de ser querido, de ser aceptado, de encontrar quién te quiera. Puede ser un amigo o un compañero de trabajo. Puede ser una pareja con la cual al final nunca armes un proyecto de vida conjunto».

¿Y si sufre o lo rechazan? «Hay riesgos en la búsqueda del otro. Riesgos de frustrarse, de sufrir. Y hay que prepararse para eso. Y alguien con síndrome de Down no tiene por qué no prepararse para pasar por ahí», consideró el psicoanalista.

Sordera.

Adriana es madre de una joven sorda y cuando su hija cumplió 13 se dio cuenta que no tenía elementos para hablarle sobre sexualidad. Estudiaba para ser intérprete pero aún no dominaba las señas.

El diálogo con especialistas la hizo ver lo grave del problema. «Al no tener la barrera de la educación actúan por instinto», indicó. Así que comenzó a organizar talleres sobre el tema con la Asociación de Sordos del Uruguay, la Asociación de Padres y Amigos de Sordos del Uruguay, y el liceo de su hija.

A los talleres llegaron adultos sordos como un hombre que estuvo casado 4 veces y nunca supo el proceso por el cual pasa una mujer antes de llegar a un orgasmo. Lo único que sabía era lo que había visto en películas.

En otra oportunidad, supieron que adolescentes sordos del IAVA no sabían la diferencia entre «sexo» y «hacer el amor», porque la seña que conocían era la misma para ambas experiencias. Se habían integrado hacía poco a una clase de oyentes y cuando surgieron vínculos con compañeras, no tenían cómo comunicarse estando en la intimidad.

«Son realidades nuevas», consideró el psicoanalista que se presentó en el congreso de Pediatría. «Antes (una persona con discapacidad) no teníanposibilidades de desear o fantasear con una novia. Hoy tiene la posibilidad. Eso supone que los que están alrededor de ellos se preparen y no hagan lo que se hace siempre, que es reprimir».

 

 

Original.

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