Sandra y Andrés Eduardo (Testimonio de una hermana)


Nota:
Sandra es una joven venezolana actualmente cursando estudios universitarios en Londres, Inglaterra. Es una de las brillantes «Galileos» becadas por la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Venezuela). La conocí casualmente en una reunión donde estaba acompañando a su hermano de 9 años, Andrés Eduardo, quien tiene dificultades en el aprendizaje.Siendo Sandra una joven muy elocuente, le pedí que me hiciera un escrito para el boletín «Paso a Paso», reflexionando sobre su hermano especial. Luego, para redondear el artículo, pedí a su mamá ofrecer unas observaciones de cierre sobre la dinámica de su hogar.

Es una tarde gris y lluviosa, otra más de este largo y frío invierno. Ya no tengo más clases por el día de hoy, pero el trabajo abunda y tengo mucho por hacer.

Sentada en mi escritorio, me decido a empezar, organizo todo: libros, hojas de papel, marcadores y bolígrafos, de manera que no me falte nada. Ya saben, para evitar posibles distracciones. Sin embargo mi método no resulta porque al levantar la vista me encuentro con una pared forrada de recuerdos y de caras que representan un mundo aparte para mi…me detengo a ver las fotos y los paisajes de mi país, uno por uno, y me doy cuenta que hay un rostro que se repite una y otra vez dentro de tantos recuerdos y sentimientos, una carita que me hace sonreir y me llena de deseos de volver a mi Venezuela, esa es la carita de mi hermano menor: Andrés Eduardo.
Hace nueve años, recuerdo como Mamá y Papá nos llamaron a mi y a mis hermanos para darnos una misteriosa «noticia». Nos sentamos todos en la sala, mi hermanita menor de apenas un añito, Eduardo con 7 y yo de 10. Papá y Mamá no paraban de sonreir, y entre abrazos y risitas nos dijeron que íbamos a tener un hermanito. Fue un momento mágico, único, la emoción se subió a nuestras mejillas y llenos de rubor no parábamos de brincar y de gritar: ¡¡Un hermanito, un hermanito!!
El tiempo transcurrió y así llegó noviembre. Mamá y Papá ya estaban en la clínica y nosotros con las abuelas nos quedamos esperando la llamada de Papá. Finalmente ocurrió, la noticia llegó para decirnos que había nacido un hermoso varón. La alegría y emoción llegaron a su máxima expresión. Sin embargo, algo muy complejo para mi entendimiento de niña ocurrió y la luz de la felicidad se fue haciendo más y más pequeña.
Por días esperamos por la llegada de Andrés, y cuando por fin vino a casa, Mami nos mostró la criatura más frágil y hermosa que jamás vi…un bebecito que más bien parecía de porcelana, de la porcelana más fina y delicada que se puede encontrar…una porcelana que entre todos, como uno sólo, íbamos a cuidar, a proteger y a hacer fuerte para que nada ni nadie la resquebrajase.
Poco a poco y entre todos empezamos este proceso mediante el cual haríamos más fuerte a nuestro pequeño «muñequito de porcelana». Día a día, con dedicación y mucho cariño, fuimos haciendo de Andrés lo que es hoy, y a través de él y sus avances, sus dificultades y sus logros, nos hemos vuelto más humanos, más sensibles y más unidos. Andresito ha sido y es alguien muy especial, que ha hecho de mis padres un ejemplo de amor, dedicación, esfuerzo y fortaleza, que me llena de orgullo y me da ánimos para continuar esta batalla, que aún no termina y que a través de este concepto de familia que es tan nuestro, se ha convertido en una batalla que es de todos nosotros.
Mis ojos se llenan de lágrimas al recordar sus primeras palabras, sus primeros pasitos vacilantes y osados, su inocente risa, son lágrimas que muy pocas personas logran tener en sus vidas, son lágrimas de alegría, lágrimas que representan más que la más viva de las risas, es una alegría que viene del corazón, del corazón de alguien tan dulce y especial, que forma parte de cada uno de los miembros de mi familia…
Regreso a mi escritorio y a mi trabajo de este viaje por el tiempo, para pensar nuevamente en mi realidad. Una realidad que se encuentra a miles de kilómetros de distancia de mi país y de mis seres queridos, y en especial de mi Andrés.
En este mundo tan distinto, lleno de retos y situaciones nuevas para mi, me encuentro comprometida con mi país, no sólo en lo académico, sino también en lo humano, porque de qué sirve tener buenos profesionales que carecen de corazón y sensibilidad humana.
Yo, Sandra Stiassni, estoy trabajando en la parte profesional, a través de mis estudios y experiencias, pero en lo humano yo tengo mucho que enseñar, porque en algún lugar de América del Sur, me espera una familia que me lo ha dado todo y un niño que ha traído lágrimas de alegría a mis ojos y me ha llenado el corazón de felicidad, un niño que me espera con los brazos abiertos y con más entusiasmo que nadie, ese es mi hermanito, el muñequito de porcelana.

Sandra S. Stiassni P.

Habla Marina de Stiassni…
Se dice que la vida te da penas y alegrías. Puedo decir con propiedad que las penas debemos dejarlas de lado y disfrutar al máximo las alegrías que nos da la vida.
Soy madre de cuatro alegrías, cada una especial e indispensable dentro del entorno de mi hogar. Pero podemos decir que tenemos dos hijos «especiales». Una que nos ha dado muchas satisfacciones a nivel académico, sin dejar de mencionar sus cualidades humanas; y el otro, que es esa luz que necesitamos para ver más allá de lo que nuestros ojos nos permiten ver, que nos ha enseñado lo que es tolerancia, amor, igualdad y sobre todo pureza
Es una personita sincera, que no sabe lo que es maldad ni entiende la palabra rechazo. En oportunidades me pregunta: ¿Por qué me miran?…¿Por qué los niños no quieren jugar conmigo?…¿Por qué aquel escribe y yo no?…Son innumerables las preguntas y las respuestas deben dejarlo convencido para su propia tranquilidad.
Pienso que el que no ha tenido un niño con una necesidad especial no ha experimentado el sentir como se te hincha el corazón al extremo de casi explotarte cuando ese niño te muestra sus logros…en realidad desconoce una forma de amar excepcional y muy especial.
Aura Marina Pérez de Stiassni, mamá de Sandra y Andrés. (Abril 1995)
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