¿Podría el bostezo contagioso tener alguna relación con el autismo?

El estudio, publicado en la revista Plos One, es aquel que más se ha preocupado por estudiar los factores que conllevan a los bostezos contagiosos. Los investigadores aseguran que un mejor entendimiento de la biología detrás de los bostezos podría llevar a comprender las causas de enfermedades como la esquizofrenia y el autismo.

“La falta de asociación entre los bostezos contagiosos y la empatía sugiere que no hay una relación directa con la capacidad de una persona para ser empática”, dijo Elizabeth Cirulli, autora del estudio y profesora de medicina en la Universidad de Duke. El contagio de los bostezos es un fenómeno bien documentado que sólo le sucede a los seres humanos y a los chimpancés como respuesta a ver, escuchar o pensar en alguien que bosteza. Esto es diferente a los bostezos espontáneos, que ocurren cuando alguien está aburrido o cansado. Los espontáneos se han visto incluso en las primeras etapas de la vida, en el vientre materno, mientras que los bostezos contagiosos empiezan en la infancia. Por qué algunas personas son más susceptibles al contagio del bostezo sigue siendo una incógnita.

Investigaciones anteriores, incluyendo los estudios de neuroimagen, han demostrado una relación entre el bostezo y la empatía contagiosa, o la capacidad para reconocer o entender las emociones de los demás. Otros estudios han demostrado la correlación entre el contagio del bostezo y la inteligencia, o la hora del día. Curiosamente, las personas con autismo o esquizofrenia, las cuales involucran destrezas sociales impedidas, bostezan menos de manera contagiosa. Una comprensión más profunda del contagio del bostezo podría dar lugar a puntos de vista sobre estas enfermedades y el funcionamiento biológico general de los seres humanos.

El estudio tuvo como objetivo definir mejor cómo ciertos factores afectan la susceptibilidad de una persona para el contagio del bostezo. Los investigadores reclutaron a 328 voluntarios sanos, que completaron pruebas cognitivas, una encuesta demográfica y un amplio cuestionario que incluía medidas de empatía, niveles de energía y somnolencia. Luego, los participantes vieron un video de tres minutos de personas bostezando y se registró el número de veces que bostezaron mientras veían el video. Los investigadores encontraron que ciertos individuos eran menos susceptibles a los bostezos contagiosos que otros.

De las 328 personas estudiadas, a 222 se les contagió el bostezó al menos una vez. Aún después de múltiples sesiones de prueba, el número de bostezos fue consistente, lo que demostró que el contagio del bostezo es un rasgo muy estable. En contraste con estudios anteriores, los investigadores no encontraron una fuerte relación entre el contagio del bostezo y la empatía, la inteligencia o la hora del día. El único factor independiente que influyó significativamente en el contagio del bostezo fue la edad: a medida que aumentó la edad, los participantes tenían menos probabilidades de bostezar. Sin embargo, la edad sólo fue capaz de explicar 8% de la variabilidad en la respuesta al bostezo contagioso.

Dado que variabilidad en el contagio del bostezo permanece sin explicación, los investigadores ahora están buscando si hay influencias genéticas que contribuyan al contagio del bostezo. Su objetivo a largo es entender mejor las enfermedades humanas, como la esquizofrenia y el autismo, así como el funcionamiento humano en general, mediante la identificación de las bases genéticas de este rasgo.

«Es posible que si encontramos una variante genética que hace a las personas menos propensas a tener bostezos contagiosos, podríamos ver que la variante o variantes del mismo gen también se asocian con la esquizofrenia o el autismo. Incluso si no se encuentra una asociación con una enfermedad, una mejor comprensión de la biología detrás del contagio del bostezo puede informarnos sobre las vías involucradas en estas condiciones», concluyó Cirulli.
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