Noticias: Personas con discapacidad también tienen necesidades afectivas y sexuales

Sin embargo, se cree que no tienen sexualidad, y que su rehabilitación se orienta a mejorar funciones que les permitan lograr independencia.

De hecho, las mismas personas con limitaciones severas la desconocen durante las primeras etapas del proceso. Y su razón es válida: ante la gravedad de una lesión, la premisa inicial es sobrevivir, recuperar el movimiento, valerse por sí mismas antes que pensar en su desempeño sexual.

Solo cuando aceptan que su discapacidad es para toda la vida, empiezan a preocuparse por sus relaciones de pareja. En ese momento para muchos la inquietud inicial se convierte en una obsesión.

El problema es que lograr un nuevo patrón integral de vida, del que hace parte la sexualidad, requiere la aplicación de técnicas que no siempre están disponibles. Esto no solo genera frustración y desamparo, sino la necesidad de buscar soluciones por su cuenta, no siempre con éxito.

¿Desplazados?

La semana pasada la revista británica Disability Now publicó una encuesta según la cual solo la mitad de los discapacitados dijeron haber tenido relaciones sexuales el último año. La mayoría de ellos se consideran excluidos de la sociedad en cuanto a sus necesidades sexuales.

Incluso el 63 por ciento de los encuestados son proclives a recurrir a la prostitución como parte de la solución y para afianzar su autoestima.

Curiosamente, una encuesta similar, llevada a cabo esta semana por eltiempo.com mostró la tendencia opuesta: la gran mayoría de quienes la respondieron (83 por ciento) asegura que siguieron sosteniendo relaciones sexuales después de su discapacidad.

No obstante, muchos de ellos (el 63 por ciento) aclararon que tienen parejas estables, incluso desde antes de sufrir las lesiones.

Solo el 26 por ciento dijo tener relaciones ocasionalmente.

Varios de los participantes anotaron que las relaciones sentimentales y sexuales que han mantenido suelen ser esporádicas y poco serias. “A uno casi nadie lo mira como pareja, y los que lo hacen tienen miedo de acercarse por el qué dirán”, dice una lectora.

Olga Lucía Estrada, experta en el tema y secretaria ejecutiva de la Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, afirma que en buena medida la ignorancia frente a la sexualidad de los discapacitados es uno de los principales obstáculos de su rehabilitación. “Se da por hecho que son asexuados, cuando sus necesidades son las mismas de una persona sin discapacidad”, sostiene.

Cómo asumir su sexualidad es algo que los discapacitados aprenden en programas integrales de rehabilitación.

Se busca que sepan qué pasa con su cuerpo, cómo pueden crear un nuevo patrón de normalidad en la sexualidad, percibir e interpretar estímulos, desgenitalizar la relación sexual y, por encima de todo, ganar confianza.

Son tratamientos integrales e individuales por los que debe pasar toda persona con discapacidad, “cuando esto no ocurre, el paciente queda sujeto a su propia iniciativa, a resolver sus problemas a partir de la intuición y expuesto a los fracasos propios del ensayo y el error”, dice Estrada.

Según la Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, infortunadamente el concepto de rehabilitación integral se ha distorsionado a tal punto, que han sido suplido por sesiones de terapias para lograr movimiento. “Es una irresponsabilidad del sistema sanitario nacional. Hoy ni siquiera está incluida dentro del Plan Obligatorio de Salud”.


Testimonios


ERICK ACOSTA
Psicólogo, 41 años

Uno tiene la responsabilidad de reconocer que tiene sexualidad y derecho a vivirla. Lo primero es tener claro qué implica una discapacidad. Como psicólogo invito a que no crean que esta desaparece y a que se den la oportunidad de entenderla y asumirla.

Un discapacitado puede ser buen amante cuando entiende que el sexo va más allá de lo coital. Cuando eso se supera se abre la oportunidad de buscar otras formas de relacionarse sin olvidarse de las que ya hay.

En ese proceso es importante la red de apoyo que conforman familia, amigos, parejas y, eso sería lo ideal, la sociedad, que debe aprender a abrir la mente a aquello que considera distinto o fuera de lo esperado. Ante todo les digo a los pacientes que la clave es mostrarse al mundo y hacer que la gente los conozca. Yo, por ejemplo, me considero atractivo y es eso lo que proyecto aunque desde hace 23 años me desplazo en silla de ruedas y apenas tengo movimiento en los brazos. La experiencia me enseñó que uno puede sentir donde no siente, si uno se da la oportunidad. Si no hubiera estado convencido de eso, no habría construido nada.


AGUSTÍN ROA
Empleado, 53 años

Perdí el movimiento y la sensibilidad del pecho para abajo hace dos años a raíz de un atraco, y la vida me cambió. Nada es igual, ni siquiera la sexualidad. Los estímulos de antes desaparecieron y debo inyectarme para lograr erecciones. Aun así logramos con mi esposa, con quien llevo 30 años de casado, encontrar la forma de mantenernos juntos, a pesar de que no tuve acceso a un programa de rehabilitación integral, que hoy me hace falta.

Otro tema es lo social: la gente nos desplaza porque no puede evitar vernos todo el tiempo como si estuviéramos enfermos y hace comentarios hirientes que parten de la ignorancia. Nuestra sociedad es bastante retrógrada en ese sentido e incapaz de aceptar lo diferente. Hoy sé que si no hubiera estado casado al momento de sufrir la lesión, probablemente nunca hubiera logrado construir una relación estable después. Sé que voy a pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas. Por fortuna cuento con mi esposa y mis hijos, que son mis piernas y mi felicidad.


JULIANA VERGARA
Estudiante, 24 años


Nací con una luxación de cadera por la cual me han operado nueve veces y que me generó cojera, y aunque llevo una vida normal puedo decir, por experiencia, que para una persona con cualquier grado de discapacidad es difícil entablar relaciones sentimentales, e incluso las sociales se complican.

La gente no solo lo mira uno con lástima sino que hacen comentarios de este corte: ‘Usted es una dura por salir a la calle y no agachar la cabeza…’. Eso me ofende más que cualquier cosa, porque caminar con un bastón no me hace mejor persona ni la más valiente o sacrificada.

Me defino y proyecto como una mujer inteligente, entradora, sociable y bonita, pero me cuesta establecer relaciones porque nuestra sociedad le rinde culto a la imagen aun cuando está llena de defectos. Nunca he tenido novio. Después de pensarlo mucho llegué a la conclusión de que eso no se debe a mi actitud sino al bastón. Sé que agrado mucho, pero empiezo a caminar y hasta ahí llegan las cosas.


Reporta: Sonia Perilla Santamaría
Carlos Francisco Fernández
Redactora y asesor médico de Casa Editorial EL TIEMPO

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