La deficiencia auditiva es una discapacidad sensorial que, aunque parezca poco impactante, afecta a lo más innato del ser humano, como es la comunicación. Toda persona sorda tiene problemas de comunicación en nuestro mundo de oyentes. Ya en el vientre materno, incluso antes de nacer, los sonidos van dejando en el cerebro del bebé unas huellas auditivas. Por eso aprendemos a hablar, porque oímos. Sin embargo, los niños que nacen sordos, tienen un gran handicap. De ahí, la importancia de un diagnóstico precoz. De esta forma, antes del año, se conectan al mundo del sonido con sus prótesis (audífonos o implante coclear) y reciben tratamiento.
Muchas personas piensan que se soluciona la pérdida, simplemente, con las prótesis. Nada más lejos de la realidad; es el comienzo de un camino de aprendizajes, para unos más fácil que para otros. Es un tiempo de mucho sacrificio y esfuerzo para ellos y sus familias. Tienen que aprender el significado de lo que están escuchando y así, poco a poco, ir desarrollando un lenguaje, básico para las interacciones humanas.
Gracias al gran avance de la tecnología aplicada a las prótesis auditivas, cada día vemos más casos espectaculares. Niños nacidos completamente sordos, al cabo de unos años, han desarrollado un lenguaje competente y se relacionan y estudian como el resto de sus amigos oyentes. Por diferentes motivos, no siempre sucede esto… ¡Ya nos gustaría! El colectivo de Deficientes Auditivos es muy heterogéneo.
¿Pero, sabéis? A todos los deficientes auditivos les une una característica: son personas con una discapacidad, que hacen de su vida un ejemplo de constancia y superación.
