Moraleja: ¡Qué no falte el buen humor!



Creo que toda madre, todo padre responsable concordará que al traer un hijo al mundo, se nos suman preocupaciones de por vida. Muy probablemente satisfacciones también, pero inevitablemente, sobresaltos y preocupaciones.

En la mayoría de los casos, esos sobresaltos y preocupaciones evolucionan según la etapa evolutiva de nuestro hijo, ¿cierto? De alguna forma vamos «quemando etapas» y nuestras inquietudes se transforman…

En el caso de nuestros hijos con discapacidad intelectual, los tiempos cambian. El ritmo es diferente. No «quemamos etapas» tan fácilmente… De repente nos sentimos satisfechos porque el muchacho ha adquirido mayor independencia, porque hemos logrado abrirle el cerco protector y verlo regresar ileso y de repente nos topamos con una laguna y toca remar.

Nada mejor que una ilustración.

Continuamos en proceso de inserción laboral con Alberto. En estos días tuvo una entrevista bastante exitosa y como próximo paso, le pidieron realizarse varios exámenes médicos (de orina, de sangre).

Mi esposo y yo lo acompañamos al laboratorio, tranquilos porque habíamos preparado a Alberto, explicándole en qué consistirían las pruebas y demás. Sin embargo, ya en camino, tuve un presentimiento: ¿Tendría deseos de orinar? ¡Acababa de hacerlo en casa! … Me culpé a mi misma por la falta de previsión… Debí haberlo hecho tomarse varios vasos de agua antes de salir…

Al llegar nos encontramos que había una fila de caballeros en el laboratorio, también allí para las pruebas de sangre y orina. Tocó que Alberto pasara al baño y entró muy decidido…

Nilo y yo esperando afuera… El tiempo pasando… Los señores acumulándose en la antesala del baño, y nada que Alberto saliera…

Con la mayor compostura posible me acerqué a la puerta y le pregunté ¿Qué pasa, Alberto?… «¡No tengo ganas!»

¡Lo sabía!, pensé.

Sale Alberto y le pregunto a la laboratorista si no sería posible traer la muestra de orina al día siguiente y adelantar tomando la muestra de sangre. Negativo, me responde. Ambas cosas hoy.


Ya Alberto estaba alterado por el imprevisto y por la presión. Le invité a salir afuera y caminar hasta una panadería cerquita para tomar agua. Refunfuñando fuimos hasta allá. Alberto quejándose, que qué fastidio, etc. etc. Etapa evolutiva de niño de 7 años! (Mi esposo y yo, tal vez en la adolescencia).

Obligado, se tomó el agua. Obligado, los tres caminamos un rato para que hiciera mejor efecto.

Regresamos al laboratorio. Por suerte los aspirantes anteriores habían cumplido con su misión y habían salido ya. Quedábamos nosotros.

Nuevamente Alberto pasa al baño. Nosotros, con los dedos cruzados.

Al ratico sale con la mayor de las sonrisas… ¡misión cumplida!

¡Qué alivio!

Luego, solos mi esposo y yo, nos reíamos a carcajadas de la situación. La fila de aspirantes. Alberto intentando infructuosamente cumplir su parte. La salida a regañadientes hasta la panadería. El desfile por la plaza para entrar en calor y darle tiempo al tiempo… y nuestro hijo de 22 años, todo un hombre en busca de empleo, con sus papás de lado y lado.

Y ahora la moraleja: papás, mamás… procuren conservar el buen humor, no desanimarse por el ocasional paso atrás y fortalecerse para enfrentar etapas largas y «duras de quemar»…


Amiga,
Angela Couret
Noviembre 2008

(Visited 6 times, 4 visits today)

Etiquetas