Los signos del autismo no son causa de una variabilidad en las respuestas cerebrales a los estímulos

Estudio

Los trastornos del espectro autista (TEA) son un conjunto de trastornos del desarrollo fundamentalmente caracterizados por una mayor dificultad de los afectados para comunicarse e integrarse socialmente, lo que provoca que en muchos casos se refugien en unos hábitos y rutinas muy marcados –con una dependencia de los mismos que en ocasiones puede parecer exagerada–. Unos signos característicos de los TEA que, según una de las teorías más en boga, se explica porque las neuronas cerebrales de las personas con estos trastornos no responden de manera consistente a los estímulos externos. Es decir, ante un mismo estímulo, el cerebro de los afectados responde de una forma diferente. Una teoría, sin embargo, que no carece de detractores. De hecho, y según concluye un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Rochester (EE.UU.), se trata de una asunción que no tiene ninguna validez, dado que las respuestas cerebrales de las personas con TEA ante los estímulos son tan poco variables, o tan ‘poco fiables’, como en cualquier otra persona.

Como explica John Foxe, director de esta investigación publicada en la revista «Cerebral Cortex», «nuestros hallazgos muestran que no hay ninguna variabilidad cuantificable en la forma en la que las personas con autismo responden a los estímulos visuales o táctiles repetidos. Por tanto, el concepto de que los síntomas del autismo pueden ser consecuencia de una actividad cerebral ‘poco fiable’ y variable en la respuesta a los estímulos es, desde el punto de vista científico, un callejón sin salida».

Respuestas constantes

Desde el año 2012 existe una creencia muy extendida entre los investigadores de que los TEA son la consecuencia de una variabilidad en las respuestas que se generan en el cerebro ante un mismo estímulo, ya sea sonoro, visual o táctil. Por tanto, y según esta teoría, las respuestas cerebrales en las personas con autismo no serían consistentes, lo que alteraría su percepción del entorno y dificultaría su desarrollo tanto social como cognitivo. Pero, ¿ocurre realmente así? Pues los estudios sobre la actividad cerebral de los niños con TEA, llevados a cabo durante décadas por los autores del nuevo trabajo –y por otros muchos investigadores en todo el mundo–, nunca han podido constatar que esto sea de esta manera.

Para llevar a cabo el nuevo estudio, los autores contaron con la participación de 20 personas diagnosticadas de autismo y de 20 voluntarios sin TEA –que ejercieron como ‘grupo control’–. Todos los participantes portaron una malla de electrodos sobre sus cabezas con objeto de registrar la actividad eléctrica cerebral generada ante diferentes estímulos visuales. Y de acuerdo con los resultados, y con independencia de cómo fueran medidas, todas las respuestas cerebrales de los participantes, con o sin diagnóstico de TEA, tuvieron el mismo grado de estabilidad –o de escasa, sino nula, variabilidad.

No hay ninguna variabilidad en la forma en la que las personas con TEA responden a los estímulos repetidosJohn Foxe

En segundo lugar, los autores evaluaron la actividad cerebral de los participantes ante un estímulo táctil. Y para ello, apretaron repetidamente sus muñecas y registraron las respuestas cerebrales. Y una vez más, da igual como fueran medidas, las ondas cerebrales de los sujetos con y sin TEA fueron siempre similares, sin que se observara ninguna variabilidad en las respuestas de los participantes con autismo.

Como indica Sophie Molholm, co-autora de la investigación, «el objetivo de este estudio no era mostrar la ausencia de diferencias en la manera en la que las personas con TEA procesan las imágenes, los sonidos o los estímulos táctiles; algunos trabajos previos ya han mostrado claras diferencias en algunos casos. Por el contrario, lo que queríamos ver es que con independencia de que puedan existir diferencias, estas no se producen simplemente porque las respuestas cerebrales en el autismo sean más variables».

Mucha teoría, poca ciencia

La teoría de la variabilidad de la repuesta cerebral a los estímulos externos en los TEA se amparó en unos estudios que, quizás, no estuvieran del todo bien diseñados. Y es que como apunta los autores del nuevo trabajo, los estudios se basaron en la medición de los niveles sanguíneos de oxígeno en el cerebro. No en vano, se sabe que las fluctuaciones en el flujo sanguíneo son un indicador muy importante de la actividad cerebral. Pero es muy posible que estas mediciones no se correlacionen de forma muy precisa con la actividad eléctrica, mucho más rápida, que tiene lugar en el cerebro cuando las células nerviosas son estimuladas. De ahí que, lejos de constituir un axioma, parezca estar muy desencaminada de la realidad.

Como concluyen los autores, «si bien lo que hace nuestro trabajo es demostrar un hallazgo negativo, representa una importante contribución al campo de los TEA, en la que gran parte de nuestros conocimientos –para frustración de los afectados, sus familiares y sus cuidadores, así como de los investigadores– derivan de teorías y conjeturas pero tienen poca solidez científica».

 

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