Los jóvenes con Síndrome de Down están listos para atender en hoteles

Hoteles

En Ecuador, a partir del 2009, el porcentaje obligatorio de contratación de personas con discapacidad es del 4% del total de la nómina de una empresa.    La ley vigente fomenta la inclusión laboral, pero ciertas firmas contratan a estas personas -únicamente- para cumplir con la norma, por ello limitan sus gestiones a sacar copias.

Ese panorama es el que la Fundación Crisfe quiere cambiar a través de la implementación del proyecto  social ‘Be just’ (sé justo).

La iniciativa capacita -gratuitamente- a 12 personas con Síndrome de Down en actividades que pueden desempeñar en el sector hotelero. José Luis Benítez, director del proyecto, explica que realizaron un estudio de 40 competencias laborales que existen en el ámbito turístico para determinar las áreas en las que este grupo de personas pueden ser productivas.

La investigación determinó que 3 cargos (mesero, camarero de pisos y pocillero) son aptos. “Su rendimiento efectivo en esas áreas bordea el 80%, lo que quiere decir que son capaces de trabajar en cualquier restaurante u hotel, sin ningún problema”, indica Benítez.

Uno de los oficios que se les complica desempeñar es el de cocinero. La razón: quienes viven con Síndrome de Down no logran desarrollar al 100% su motricidad fina. Las clases son totalmente prácticas El proyecto, que oficialmente arrancó este año, nació en 2016 con un plan piloto en el que participó José David, hijo de Benítez, y otras 3 personas.

Él, de 18 años, fue el primero en adquirir las destrezas de mesero. Esa capacitación le ayudó a ser contratado como camarero y pocillero en una hostería de Cayambe (Pichincha). Trabajó durante 6 meses de 2016, pero luego renunció para continuar su formación en Quito y ser un ejemplo para las otras personas que se forman.

La jornada en la Cafetería y Galería Muyu, que forma parte de la Fundación Crisfe, comienza a las 09:00. A esa hora José David y su compañero, Andrés Cruz, de 18 años, llegan, se colocan su uniforme e inician sus labores. Cada vez que un cliente cruza la puerta de ingreso, uno de ellos se encarga de darle la bienvenida y acompañarlo hasta una de las mesas.

Le entrega la carta y se retira hasta un costado de la cafetería. Desde ese sector está atento, y antes de que el cliente levante su mano para llamarlo, con rapidez, se acerca y con una libreta toma la orden del comensal. Los chicos informan sobre las opciones y sugerencias.

Acto seguido se encargan de colocar la vajilla y los cubiertos necesarios para cada pedido de comida.  Andrés musita: “Hay que estar erguido y con la mano derecha siempre detrás de la espalda, a la altura de la cintura”. Ambos jóvenes transportan los alimentos en una bandeja café.

Lo hacen con agilidad y elegancia. “Pero esto no siempre fue así”, recuerda Laura, una de las voluntarias que se encargan de la capacitación. Para que los chicos desempeñen sus habilidades se formaron durante meses.

La instrucción que recibieron fue la misma con la que se entrenan quienes no tienen discapacidad. El valor agregado de ‘Be Just’ es que usa metodologías adaptadas para estas personas, acordes a los conocimientos y competencias que necesitan desarrollar.

Los lunes, martes y jueves hay clases. El horario es parecido al de una jornada laboral (de 08:30 a 17:30). Los jóvenes realizan las mismas actividades de un hotel o un restaurante. Benítez informa que la capacitación se dividió en 3 etapas: inicial, intermedia y avanzada.

La primera dura un mes. En la actualidad, 14 personas están en esa fase, mientras que Andrés y José David están en la última. Ellos, por ese motivo, desarrollan sus prácticas en Muyu.

La galería cafetería, ubicada en las calles Roca y Juan León Mera, en el norte de Quito, oferta productos de emprendedores nacionales. Los alimentos son elaborados por pequeños artesanos. Andrés y José son el nexo con los clientes.

Cada vez que alguien adquiere algún alimento o artículo de Muyu ayuda al desarrollo de ‘Be Just’. Para que el proyecto funcione, cuentan los organizadores, se necesita de un voluntario por cada cuatro chicos (en la actualidad hay seis). Los jóvenes reciben una certificación de la Secretaría Técnica de Cualificaciones Profesionales.  (I)

 

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