La obesidad puede alterar las estructuras cerebrales que regulan conducta y recompensa

La obesidad puede alterar las estructuras cerebrales que regulan conducta y recompensa

La obesidad se ha duplicado en el mundo entre 1980 y 2014. Esta “plaga” no sólo afecta a nuestro ser físico; también al mental. La obesidad podría alterar el sistema de recompensa cerebral. Investigadores españoles han encontrado diferencias anatómicas en las estructuras cerebrales que regulan la conducta y las recompensas en un grupo de personas obesas, según detallan en Neuroimage.

Un estudio de la Universidad de Barcelona (UB) y del Consorcio Sanitario de Terrassa ha reconstruido con técnicas de resonancia magnética las zonas del cerebro donde se encuentra el sistema de recompensa y ha documentado alteraciones en el volumen y la integridad de las conexiones neuronales. Según los investigadores, los resultados profundizan en el conocimiento de los fundamentos anatómicos de la obesidad y abren la puerta a diseñar tratamientos más personalizados.

Lo que se observa no son cambios estructurales grandes sino sutiles, trabajan con la hipótesis de que en la obesidad hay una alteración del procesamiento del refuerzo de la ingesta, y que esta modificación se relaciona con una ingesta excesiva. Para ello, investigaron el sistema de recompensa, que es un mecanismo cerebral clave en el comportamiento, ya que cuando se activa aumenta la probabilidad de volver a repetir la conducta que lo enciende.

Este sistema se ha estudiado especialmente en las adicciones, pero también está en la base del refuerzo de la ingesta de alimentos. «Lo que nos interesa es describir y estudiar las bases cerebrales de la ingesta en la obesidad, y en concreto las bases anatómicas del sistema de recompensa por su rol en la conducta», explica Idoia Marqués, investigadora de la UB y del Instituto de Investigación en Cerebro, Cognición y Conducta (IR3C).

Los investigadores aplicaron técnicas de resonancia magnética para estudiar el cerebro de 63 participantes, divididos en un primer grupo integrado por personas con un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30, indicador de la obesidad, y un segundo grupo de control, con personas con un IMC entre 18,5 y 25, es decir, peso normal. Reconstruyeron las conexiones de la sustancia blanca que forma la red del sistema de recompensa y, a partir de estos datos, compararon el volumen y la integridad de las conexiones entre los dos grupos de participantes. «Los resultados apuntan a una conectividad estructural más pequeña del grupo de personas con obesidad», detalla Marqués.

«No se trata de cambios estructurales tan grandes como los que se ven en las patologías cerebrales clásicas, sino que son cambios sutiles. Sin embargo, si hay diferencias en la manera en que la ingesta resulta reforzada, significa que el sistema que regula la conducta en la alimentación es diferente», según María Ángeles Jurado, profesora del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la UB e investigadora del IR3C.

En otros estudios anteriores, el mismo grupo de investigadores ya había encontrado diferencias funcionales y anatómicas en el cerebro de las personas con obesidad, como un grosor cortical más delgado en zonas implicadas en el control cognitivo.

 

 

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