La contaminación favorece la aparición del autismo

Niña

El autismo es una enfermedad misteriosa cuya causa se desconoce. Se ha especulado con un buen número de hipótesis, desde un trauma en el momento del nacimiento a un conflicto con la madre o una intoxicación con el mercurio de las vacunas, entre muchas otras.

La hipótesis de la intoxicación gana números con diversas investigaciones que asocian la contaminación ambiental con la enfermedad.

Los dientes de leche muestran la relación entre contaminación y autismo

Para descubrir cuáles son los compuestos culpables, la doctora Manish Arora, profesora de medicina ambiental y de salud pública en la facultad Icahn en el hospital Mount Sinai, se ha fijado en los dientes de leche de los niños.

En las piezas dentales se pueden observar las capas de crecimiento, de manera similar a los anillos de los árboles o las capas de hielo en el polo. Y en cada capa se pueden descubrir las consecuencias de la exposición a contaminantes.

Desde antes de nacer

Los dientes de leche comienzan a desarrollarse hacia el final del primer trimestre de gestación, formándose una nueva capa cada día, y se caen entre los 6 y los 12 años. Por eso, la doctora Arora pensó que sería posible relacionar lo que se puede encontrar en los dientes con el historial médico de los niños.

Uno de los primeros hallazgos fue que una obtención insuficiente del nutriente zinc y excesiva de plomo se asociaba con un riesgo mayor de sufrir autismo. Más adelante el equipo de Arora descubrió que analizando los ciclos metabólicos del zinc y el cobre podía predecir los diagnósticos de autismo.

Reducir el contacto con contaminantes

El epidemiólogo Craig Newschaffer, director de A. J. Drexel Autism Institute en la Universidad Drexel, opina que probablemente los contaminantes favorecen el autismo en personas vulnerables. Cree que no se podrá establecer relaciones claras de causa efecto, pero sí una comprensión del problema que lleve a políticas que reduzcan la exposición de la población a los contaminantes implicados.

Por otra parte, hasta 25 investigaciones han descubierto una asociación estadística entre los niveles de contaminación del aire durante la gestación y los primero años de vida con la incidencia del autismo.


Qué podemos hacer

Pero mientras esa política de salud pública no llega, las personas vamos a querer reducir en la medida de lo posible los riesgos. Newschaffer da algunas pistas:

  • Alimentos ecológicos. Podemos reducir el contacto con pesticidas, especialmente durante el embarazo, consumiendo alimentos ecológicos y evitando el uso en casa de insecticidas.
  • Ventilar bien. Otros contaminantes que se han asociado al autismo son los retardantes de llama. Estos se encuentran en electrodomésticos y muchos otros bienes de consumo. Para reducir la exposición podemos asegurarnos de ventilar bien los espacios interiores.
  • Sal yodada. Newschaffer también recomienda asegurarse una ingesta suficiente de yodo, pues el hipotiroidismo está emergiendo como un posible factor que contribuye al autismo. Las medidas más eficaces para ello son utilizar sal yodada en las comidas preparadas y añadir de vez en cuando pequeñas cantidades de algas a los platos.

Otra medida es evitar todo lo posible la exposición al plomo. Este metal pesado es un tóxico neuronal y se encuentra en el aire contaminado de las zonas industriales metalúrgicas, en el agua de las casas con instalación de tuberías de plomo o con pinturas antiguas que lo contenían en paredes, ventanas y muebles.

Otros factores implicados

Además de la contaminación ambiental, también es cierto queexisten asociaciones similares con otras variables, como edad avanzada de los padres, embarazos poco espaciados y diferentes complicaciones en torno al momento del nacimiento.

 

 

Original. 

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