Harold: Ejemplo de una vida plena

Allí conoció a Mónica, con la cual contrajo matrimonio años más tarde. Asistí a la boda mas bella, tierna, sincera y humana, que jamás soñé presenciar. Sus padres alquilaron un apartamento cercano a la familia y a la nueva pareja. Bajo una vigilancia discreta, asumió sus responsabilidades. Harold consiguió trabajo en una compañía corporativa de gran importancia y prestigio en la comunidad, donde devengaba un sueldo acorde con la ley de salario mínimo.

El día del entierro, en la iglesia católica de Santa Mónica, hablaron varias personas y en una gran cartelera se exhibieron todos los diplomas ganados en su trabajo por: Responsabilidad, Mínimo número de ausencias durante el año, Por nunca haber llegado tarde, Por compañerismo, Por su educación, Por su sonrisa afable en todo momento, etc.

Su madre fue la primera en hablar, citando un pensamiento de Rabindranath Tagore: Aquel día en que abrió el loto mi pensamiento andaba errante y no supe que florecía. Mi canasto estaba vacío y no ví la flor.

El Presidente de la empresa empezó diciendo cuando somos grandes en humildad es cuando realmente estamos cerca de lo grande. Habló de las cualidades de Harold como trabajador de una empresa moderna que no tiene tiempo para mimos. Hizo una síntesis de todas las virtudes y rasgos de su personalidad, destacando su amabilidad, capacidad de servicio, su generosidad. Agregó: cuando yo llegaba abrumado de problemas por resolver, la sonrisa y el «Welcome» de Harold tenían la virtud de rebajarme el stress y la ansiedad. Creo que debido a Harold no tuve necesidad de ir a un psiquiatra.

Terminó diciendo la vida es un proceso dinámico que le da la bienvenida a todos los que reciben la invitación a ser parte activa de ella y agregó «el secreto de la felicidad es la aceptación al escoger vivir. Harold aceptó la invitación a vivir una vida útil, de servicio, de amor, de generosidad, sin miedos, sin soledad, sin apatía. Fue un ejemplo a seguir como miembro activo de la sociedad.

Y concluyó con esta frase:

No temais nunca al instante, dijo la voz de lo eterno. Ésto a manera de epílogo de esta historia verídica que comenzó un día cualquiera de mayo, cuando le entregaron a unos padres un bebé llamado Harold, acompañado de un diagnóstico: Síndrome de Down.

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