Esclerosis múltiple: prohibido rendirse

Doctor escribiendo

Estudiante, 23 años, planeando su futuro mientras apura sus últimos años de Universidad. Un mal día, su vida se da la vuelta y todo su mundo se viene abajo: acaba de ser diagnosticado de esclerosis múltiple. La enfermedad, que se presenta en la mayoría de los casos entre los 20 y los 40 años, tiene un efecto más allá de la salud: la incertidumbre no saber si algún día podrás cumplir tus expectativas.

El tratamiento es primordial una vez que la esclerosis ha llamado a la puerta. Sin embargo, el diagnóstico nunca es el fin de nada, tampoco de la vida profesional del enfermo. La Fundación contra la Esclerosis Múltiple de Madrid (FEMM) bien lo sabe y, por ello, apoya y asesora a todos aquellos que quieren trabajar y demostrar que la enfermedad no puede poner fin a sus sueños. A través del servicio de orientación, mediación y promoción laboral cofinanciado la Caixa, personas como Beatriz Macarro llevan años prestando su apoyo a todo tipo de discapacitados, especialmente a quienes sufren esta terrible enfermedad.

 

Trabajadores productivos

 

«Una persona con esclerosis puede trabajar como cualquier otra», sentencia Beatriz que, sin embargo, reconoce que hay varias barreras a las que estos enfermos deberán enfrentarse a lo largo de toda su trayectoria. «Los empresarios relacionan discapacidad con poca productividad, algo que es totalmente equivocado». Otro de los problemas con los que estos jóvenes se encuentran a menudo está en la denominada «discriminación positiva» pues, según Macarro, «algunos jefes temen que las ‘ventajas’ de las que pueda gozar un discapacitado acaben hastiando al resto de la plantilla».

La sorpresa de muchas compañías es, no obstante, mayúscula al comprobar que un trabajador con la enfermedad rinde exactamente igual que cualquier otro. «Las cifras lo dicen. La mayoría de empresas renuevan los contratos con los trabajadores e incluso acaban contratando a más», apunta la trabajadora de la Fundación. La labor de FEMM es crucial en todas las fases de la enfermedad. Desde el impacto inicial, momento en que los enfermos tienen un acompañamiento continuo y ayuda psicológica, hasta la orientación en la búsqueda de empleo. «No actuamos como una bolsa de empleo, sino que diseñamos un itinerario profesional individualizado en base a las necesidades de cada persona», aclara Macarro.

Cuando la esclerosis llega, el enfermo yerra al pensar que su futuro profesional ha tocado a su fin. «Se angustian mucho al principio, viven invadidos por las dudas de si la enfermedad les permitirá cumplir sus metas, estudiar lo que tenían planeado o si, por el contrario, tendrán que apartarse del mercado profesional. Aunque depende mucho del tipo de diagnóstico y su grado de desarrollo, en la mayoría de los casos todos deben saber que son más válidos de lo que su mente les hace pensar».

 

 

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