Enternecedora amistad entre una bebé con síndrome de Down y un gato

Nena con síndrome de Down.

Claudia no tenía intenciones de tener más hijos. Superando los 40 años y con una hija adolescente, usaba métodos anticonceptivos. Pero no fue la noticia del embarazo la que más la impactó, sino la de que estaba esperando un bebé con síndrome de Down.

“Se me vino el mundo abajo”, confiesa Claudia a BioBioChile. “Y para mi pareja Gonzalo, que era su primera hija, fue un golpe a su ilusión. Nos preguntábamos por qué nos había pasado esto”, admite.
Fue una gestación compleja, que culminó con la recién nacida Isidora internada durante un mes en neonatología. Sin embargo bastó que ambos la vieran, para olvidar toda dificultad y enamorarse completamente de la bebé.

“Es tremendamente despierta y activa. Claro, como cualquiera tiene sus días, pero en general se relaciona muy bien con todos. Además le fascina la música. De hecho se duerme todas las noches escuchando Inti Illimani”, dice su madre.

Un día, otro invitado inesperado llegó al hogar de Claudia y Gonzalo en Lautaro. Un gato viejo, flaco y desgreñado, que se acercó a mendigar comida. Rápidamente tomó confianza y se hizo uno más de la familia. Lo bautizaron como Raúl.

“Con nosotros comenzó a engordar y se puso más lindo. Descubrimos que era muy regalón”, cuenta Claudia.
Un día, mientras Isidora estaba sentada en la alfombra, Raúl se acercó a conocerla. Fue amor a primera vista.

“Duermen los dos al lado de la estufa. Ella lo acaricia, pero también le muerde las orejas y la cola, pese a lo cual Raúl nunca la ha rasguñado. Cuando Isidora lo ve entrar en la habitación, se alegra de inmediato. Son inseparables”, dice su madre.

Queda claro que cuando hay amor, simplemente, no hay diferencias.

Original.

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