En Ucránia practican karate para combatir estereotipos sobre el síndrome de Down

síndrome de Down

Al pequeño Vova, con síndrome de Down, le cuesta expresarse pero no tiene ningún problema cuando se trata de lanzar un ataque con el codo durante su curso de kárate en Kiev.

Con seis años, forma parte del grupo de niños que practican este arte marcial en la capital ucraniana, rompiendo estereotipos en esta exrepública soviética donde los niños discapacitados a menudo siguen estando marginados.
«Todavía no habla muy bien pero consigue hacernos entender que quiere ir a kárate», cuenta Marina, madre de Vova, mientras le ayuda a ponerse la vestimenta deportiva.
«Todas las mañanas, se despierta y sabe que tiene entrenamiento por la noche y eso le hace feliz», agrega.
Los cursos tienen lugar en el gimnasio de una escuela de Kiev. Es uno de los pocos lugares en Ucrania donde un niño como Vova puede interaccionar con niños sin trisomía 21, una anomalía cromosómica que provoca retraso mental.
Para la mayoría de los padres, jugar con otros niños es algo esencial para el desarrollo.
Pero en Ucrania existen clases especiales para los niños discapacitados y es muy difícil obtener todas las autorizaciones necesarias para la creación de grupos mixtos. Este laborioso proceso burocrático desanima a más de uno.
Síndrome de Down
En cuanto a la escuela visitada por la AFP en Kiev, el centro ha decidido, simplemente, ignorar todas esas obligaciones. Por ello, su director insistió en que el nombre y la localización del establecimiento no sean revelados.
«Los padres y yo misma somos quienes asumimos toda responsabilidad», afirma la entrenadora de la escuela, Natalia, de 48 años.
– Falta de cursos –
La escuela abrió su primer curso para niños con síndrome de Down en 2013. En 2015, empezó con las clases mixtas. Desde entonces, hay seis niños con síndrome de Down que participan en los cursos.
«Estos niños están aislados en Ucrania», subraya Natalia. «No aprenden a coexistir con otras personas más que a través de sus padres o en escuelas especiales, donde están rodeados de niños con el mismo síndrome», afirma.
Según Natalia, la presencia de otros niños es efectiva y los niños de su curso ya han realizado enormes progresos en el plano físico y han desarrollado un verdadero interés por el deporte.
Algunos participan incluso en competiciones casi al mismo nivel que los otros niños.
Pero para la madre de Vova sigue existiendo una preocupación: la reacción de los otros padres.
«En general, los padres de niños ‘normales’ tienen miedo de que haya niños con el síndrome en las clases», asegura.
Síndrome de Down
«Desgraciadamente, pocas personas en nuestro país saben lo que es el síndrome. No entienden que estos niños son verdaderamente amables» y no agresivos, agrega.
Por su parte, otra madre, Liudmila, lamenta la falta de oportunidades para los niños con trisomía 21. Liudmila afirma que ha pasado meses buscando un lugar donde su pequeño Denis, de 10 años y también con síndrome de Down, pueda practicar una actividad física.
«Mi hijo es hiperactivo. Cuando estaba en el jardín de infancia le faltaba un lugar donde sacar toda su energía», dice.
«Me habría gustado enviarlo a hacer deporte más pronto, pero no encontrábamos cursos», añade esta madre, hoy en día feliz por los progresos que ha hecho su hijo en kárate.
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