El entrenamiento de resistencia puede retardar la progresión de la esclerosis múltiple

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Habitualmente se recomendaba a los pacientes con esclerosis múltiple no realizar ejercicio por temor a exacerbar la enfermedad. Ahora se sabe que el entrenamiento físico puede aliviar muchos de los síntomas, incluyendo la fatiga excesiva y las difícultades en la movilidad.

Nuevas investigaciones demuestran ahora que el entrenamiento de resistencia puede proteger el sistema nervioso y, por tanto, ralentizar la progresión de la enfermedad.

Este es el principal hallazgo de un estudio realizado por una asociación de investigación entre la Universidad de Aarhus, el Hospital Universitario de Aarhus, la Universidad del Sur de Dinamarca y el Centro Médico Universitario Hamburg-Eppendorf, que acaba de ser publicado en ‘Multiple Sclerosis Journal’.

El estudio muestra que el entrenamiento de resistencia tiene una serie de efectos positivos en el cerebro que van más allá de lo que se puede lograr a través de la medicación específica de la enfermedad.

«Durante los últimos seis años, hemos estado persiguiendo la idea de que el entrenamiento físico tiene efectos sobre algo más que los síntomas, y este estudio proporciona las primeras evidencias de que el ejercicio físico puede proteger el sistema nervioso contra la enfermedad», explica uno de los investigadores responsables del estudio, Ulrik Dalgas, profesor asociado del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Aarhus.

«Durante los últimos 15 años, hemos sabido que el ejercicio físico no daña a las personas con esclerosis múltiple, sino que a menudo tiene un impacto positivo en, por ejemplo, su capacidad para caminar, sus niveles de fatiga, su fuerza muscular y su capacidad aeróbica, que de otro modo se habrían deteriorado. Pero el hecho de que el entrenamiento físico también parece tener un efecto protector en el cerebro de las personas con esclerosis múltiple es un conocimiento nuevo e importante», destaca Ulrik Dalgas.

En el estudio, los investigadores siguieron a 35 personas con esclerosis múltiple durante seis meses. La mitad del grupo participó en entrenamiento de resistencia dos veces por semana, mientras que la otra mitad continuó viviendo normalmente sin entrenamiento sistemático.

Antes y después del período de seis meses, se sometió a resonancias magnéticas a los participantes y los investigadores comprobaron que había una tendencia del cerebro a encogerse menos en aquellos pacientes que realizaron entrenamiento de resistencia.

«En las personas con esclerosis múltiple el cerebro se contrae destacadamente más rápido de lo normal. Los fármacos pueden contrarrestar este desarrollo, pero vimos una tendencia de que el entrenamiento reduce aún más ese encogimiento del cerebro en los pacientes que ya reciben la medicación. Además, comprobamos que partes del cerebro comenzaron a crecer en respuesta al entrenamiento», explica Dalgas.

Los responsables de la investigación no pueden todavía explicar por qué el entrenamiento tiene un efecto positivo en el cerebro de las personas con esclerosis múltiple.

Un estudio ya en marcha más grande y más profundo ayudará a clarificar esto, y también puede conducir a opciones de tratamiento mejoradas, avanza Ulrik Dalgas. Sin embargo, enfatiza que el objetivo no es reemplazar la medicación por el entrenamiento físico.

«Eliminar los medicamentos para sustituirlos por entrenamiento no es realista, pero el estudio indica que el entrenamiento físico sistemático puede ser un suplemento mucho más importante durante el tratamiento de lo que hasta ahora se había admitido y este aspecto debe ser explorado a fondo», reconoce el autor del estudio.

Todavía no está claro si todas las personas con esclerosis múltiple pueden beneficiarse de este tipo de ejercicio, ya que no ha sido suficientemente probado en pacientes de más gravedad. Por lo tanto, Ulrik Dalgas no recomienda que todos los pacientes con esclerosis múltiple se lancen a regímenes intensivos de entrenamiento físico sin primero buscar consejo profesional.

La esclerosis múltiple es una enfermedad incurable del sistema nervioso central de causa desconocida, si bien se sabe que los factores genéticos y ambientales juegan un papel destacado. Afecta aproximadamente al doble de mujeres que de hombres y el 80% de los afectados viven con la enfermedad más de 35 años.

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