El desconocido alcance de la esclerosis múltiple en Chile

Esclerosis múltiple.

Factores genéticos y ambientales están detrás de la esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune e inflamatoria que afecta al sistema nervioso y que genera dificultades de movimiento muscular, equilibrio y visión.

En Chile, y según reconoce el propio Ministerio de Salud, no existen estudios epidemiológicos para medir su alcance. A comienzos del 2000 se estimaba que en Chile habían unas 1.500 personas con esta condición. Una investigación hecha en la Región de Magallanes señaló que la prevalencia de esclerosis múltiple en la zona era de 13,4 por 100.000 habitantes; mientras que otra realizada en Santiago reportó una prevalencia de 11,7. Hoy se sabe que son al menos 2.300 las personas afectadas, cifra que fue la considerada por la autoridad cuando se incorporó al AUGE.

Según el neurólogo de Clínica Dávila, Mario Rivera, pasar de 1.500 a 2.300 en 15 años, no indica necesariamente un aumento. “No es posible asegurar que haya aumentado; lo que sí es claro es que antes no se diagnosticaba certeramente y por el solo hecho de contar hoy con nuevas tecnologías de imagen, es más seguro tener confirmación de la sospecha diagnóstica”, señala.

Hasta la fecha, dice Rivera, no se ha demostrado en forma consistente un agente causal único de esta enfermedad. “Hay varios factores ambientales como el tabaquismo, el efecto de la latitud, la influencia de las migraciones y los bajos de vitamina D por menor exposición solar, causas infecciosas, condiciones sanitarias y raza”, dice.

Respecto de la vitamina D, Rivera señala que ésta es un inmunoregulador natural con efecto antiinflamatorio. Se ha visto que en países caucásicos y con pobres condiciones sanitarias tienen una mayor prevalencia de esta enfermedad por lo que se cree que estos factores también predisponen a la esclerosis múltiple.

En esta enfermedad lo que se daña es la mielina, la capa grasa que recubre la última parte de una neurona llamada cola o axón y, como es degenerativa, va aumentando con el tiempo.

En el 80% de los casos, la enfermedad tiene una evolución recurrente-remitente, una forma que evoluciona con “brotes” o episodios de síntomas y signos neurológicos que duran más de 24 horas y que después desaparecen. Los síntomas dependen de la localización de la lesión inflamatoria: cerebro, médula espinal o tronco cerebral y cerebelo. “Hay una amplia diversidad de síntomas. Son más frecuentes el compromiso visual, por inflamación del nervio óptico (neuritis óptica), debilidad o alteraciones de la sensibilidad, vértigo e inestabilidad y alteraciones de la función de esfínteres. Hay otros elementos sintomáticos que pueden ser causados por la enfermedad como dolor, fatiga, síntomas psiquiátricos”, dice Rivera.

Expectativas de futuro

El futuro sí se ve promisorio en cuanto a tratamientos. “Hay alta inversión en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías de estudio y de fármacos. Por ejemplo, están ya en ensayos de efectividad fármacos destinados a promover la recuperación de la mielina, fármacos con mayor efectividad en la detención de la progresión de la enfermedad y otros para usar en formas, menos frecuentes de la enfermedad, pero sin opciones de tratamiento actual, como las primarias y secundarias progresivas”, destaca Rivera.

 

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