Educar… Más allá de la cuestión académica


La educación es, para padres y maestros, un camino lleno de preguntas: «¿Estarán nuestros hijos aprendiendo lo necesario para su vida futura? ¿Cuáles son los conocimientos y habilidades que necesitarán para un mundo cambiante, para un futuro que hoy no podemos prever?

Los obstáculos que ellos enfrentan hoy son muy diferentes a los de nuestra niñez. Tienen recursos con los que nosotros no contábamos: los medios de difusión y las computadoras les dan acceso a muchísima información, a veces mucho más de la que quieren y de la que necesitan; los juegos electrónicos y los de realidad virtual les abren la puerta a experiencias donde se sienten dueños del control, donde el juego hace lo que ellos ordenan pero que termina creando adicciones compulsivas, sucedáneos de las experiencias reales.

¿Cómo ayudarlos a enfrentar este mundo complejo, al mismo tiempo amenazante y seductor, donde la gran cantidad de opciones puede dejarlos sin claridad en sus propósitos vitales?

Lo que los padres y maestros buscamos para nuestros niños, más allá de los logros académicos y las calificaciones, es que dominen una serie de herramientas y habilidades con las cuales enfrentar y resolver los problemas usando y adaptando lo que aprenden hoy.

Eso buscamos para todos nuestros niños, independientemente de sus capacidades y discapacidades.
Dorothy Rich, pedagoga estadounidense, define como Megahabilidades a las herramientas básicas que todos debemos desarrollar para enfrentar nuestro entorno. Se trata de una serie de actitudes útiles para todas las tareas y todas las actividades que desempeñamos a lo largo de nuestra vida y que se deben inculcar y cultivar desde la infancia. Todas ellas están interrelacionadas y se refuerzan unas a otras. Se aprenden básicamente con el ejemplo pero deben reforzarse en la casa y en la escuela como objetivos prioritarios. La vida cotidiana nos ofrece muchas ocasiones de enseñarlas y aprenderlas, pero si las desperdiciamos nos harán falta siempre y adquirirlas implicará mucho esfuerzo y no pocos problemas.

Las Megahabilidades que, como megavitaminas, son nutrientes básicos que nos permitirán aprovechar todo lo demás que aprendamos, todos los conocimientos o destrezas que podamos adquirir son, en la propuesta de Dorothy Rich, nueve:

Confianza: Sentirnos capaces de hacer las cosas
Motivación: Querer hacer las cosas
Esfuerzo: Capacidad para trabajar duro
Responsabilidad: Responder haciendo lo que tenemos que hacer
Iniciativa: Emprender acciones
Compromiso con los demás: Mostrar preocupación y cuidado por los demás
Trabajo en equipo: Trabajar con otros
Sentido común: Utilización del «buen juicio»
Solución de problemas: Poner en práctica lo que sabemos y lo que podemos hacer.

La quinceava vez en el día en que perdemos la paciencia con un niño por olvidadizo, demandante, irresponsable o porque no se fija en los demás empezamos a pensar que debe haber una manera de cambiar las cosas; una forma de crear un clima de comunicación y cercanía, un ambiente de seguridad y de trabajo en equipo.

Trabajar juntos para adquirir estas Megahabilidades, proponernos aprovechar todas las oportunidades que se nos ofrecen a lo largo del día para reforzarlas entre todos (no sólo los niños) puede ser un buen principio para construir ese ambiente de aprendizaje agradable, divertido y eficaz que debiera ser el hogar.

Confianza: El sentirnos capaces de hacer las cosas es una seguridad básica aprendida en la experiencia cotidiana de manejar los objetos y relacionarnos con las personas. Los niños aprenden haciendo, aprendemos cada vez que lo intentamos y es así como se construye la confianza. Para atreverse, el niño necesita recibir muchos mensajes que refuercen la convicción de que sí puede. Debemos enfrentarlos a tareas donde adquieran esa sensación de logro para que desarrollen recursos que les permitan aceptar las situaciones donde no pueden en el primer intento.

Todos sabemos que hay momentos en que nos sentimos capaces de enfrentar lo que venga y otros en los que no nos sentimos capaces de nada. Nuestra fuerza viene de recordar nuestros logros.

La autoestima es esa afirmación esencial de nuestra persona que nos recuerda el mensaje básico «Tú puedes». La autoestima no es un elemento aislado, se entremezcla permanentemente con nuestras experiencias resultado de la actividad de conocimiento y de construcción de nuestra vida.

La meta de padres y maestros debe ser generar en los niños esa autoestima y confianza, y un sentido de respeto hacia ellos mismos y los demás. Ello implica vencer nuestra desconfianza en sus capacidades para dejar que se prueben a sí mismos, que midan su habilidad para ser fuertes y cuidadosos al mismo tiempo. Dejarlos hacer a pesar de nuestros miedos es la base de la confianza real.

Motivación: Estar motivado es un movimiento de la voluntad, es querer hacerlo. El ingrediente más importante de la motivación es la habilidad de trabajar en contra del desánimo y tratar de seguir adelante. ¿Cómo se motiva a la gente? Una manera de lograrlo es compartir el entusiasmo que uno mismo siente frente a una determinada tarea.

Los padres y maestros, como los entrenadores deportivos, tenemos que empujar y dar valor desde fuera de la cancha. Los niños deben desarrollar su propio sentido de dirección pero nosotros les podemos enseñar algunas maneras de enceder el fuego. Cuando los niños se dan cuenta de que se pueden concentrar para seguir una acción determinada encaminada hacia el logro de sus propias metas, adquieren la confianza que refuerza la motivación.

Cada persona tiene sus puntos fuertes, características que lo hacen especial, los padres y maestros debemos ayudarles a descubrir dónde está esa fuerza.

Esfuerzo: El secreto está en descubrir que el esfuerzo, en sí mismo, es agradable y se puede disfrutar. ¿Saben nuestros niños algo sobre el valor del esfuerzo y el placer del trabajo? Necesitamos crear un ambiente en el que se valore el esfuerzo y no sólo el logro. Debemos aquilatar el valor acumulativo de esfuerzo puesto que muchas de las metas que nos forjamos no tienen una recompensa a corto plazo y requieren un esfuerzo continuado y sistemático, y no se puede lograr si el camino no implica también un goce del proceso.

Responsabilidad: Ser responsable significa ser capaz de responder, ser alguien con quien se pueda contar. Enseñar a los niños a ser responsables implica encontrar caminos para ayudarlos a sentirse competentes, a saber qué hacer y cómo hacerlo. Los niños se hacen responsables a través de un cúmulo de experiencias en las que van aprendiendo que son capaces de hacer cosas para ellos mismos y para los que le rodean. Responsabilidad es aceptar los compromisos y responder por ellos. El niño aprende a ser responsable cuando crece en una familia donde cuenta con los otros y los otros pueden contar con él.

Iniciativa: La iniciativa empieza con una buena idea; pero la idea no es suficiente, es necesaria la convicción de que es una buen idea para pasar a la acción. Se tiene que hacer algo para que las cosas pasen. A veces son pasos pequeños pero continuos, implica hacernos preguntas y experimentar, imaginar cómo funcionarán las cosas y cómo no. No tenemos que salir de nuestra casa para que los niños tengan la experiencia de tomar la iniciativa, todo es cuestión de que no la tomemos por ellos, que les demos el tiempo y el estímulo que requieren para pasar de la idea a la acción.

Perseverancia: La perseverancia es el hábito de terminar todo lo que iniciamos; implica seguir las cosas hasta el final, poner todas las piezas del rompecabezas juntas. Requiere esfuerzo, pero también orden y una visión completa de la tarea que nos hemos propuesto. Perseverar implica no distraernos de nuestro objetivo y puede ser la diferencia entre intentar algo y tener éxito.

Compromiso con los demás: Los seres humanos no funcionamos aislados; vivimos en grupo y juntos aprendemos, nos ayudamos y nos construimos. Crecemos juntos.

El compromiso con los otros, el estar atento a las necesidades y sentimientos de los demás es lo que nos permite formar parte de una comunidad. El niño necesita que nos interesemos en sus necesidades y sentimientos para aprender a mostrar interés y preocupación por las demás personas.

Trabajo en equipo: Aprender a trabajar juntos es una parte esencial en todos los aspectos de la vida, pero no es fácil. Si en la casa y en la escuela se enfatizan sólo los logros individuales, si hay un ambiente competitivo y no cooperativo, el niño aprenderá que el triunfo se logra contra los otros y no con los otros. Trabajar en equipo implica apreciar que lo que cada uno aporta a la tarea es importante; implica responsabilizarnos de nuestra parte de la tarea y ayuda a crear un clima en el que todos puedan aportar sin temor a la crítica y al rechazo.

La mejor escuela para aprender a trabajar en equipo es el hogar, consiste en hacer un buen equipo en la familia para resolver los problemas y las tareas que tenemos como grupo.

Sentido común: Se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos. Esperamos que los niños actúen con sentido común por intuición y no nos preocupamos por poner en común el sentido de las cosas. El niño debe aprender a ver las cosas desde diferentes puntos de vista, a ponerse en los zapatos de los otros para tomar decisiones. Formar el «sentido común» implica muchas horas de diálogo sobre lo que hacemos y por qué lo hacemos, sobre las causas y efectos de nuestras acciones.

Solución de problemas: Para solucionar problemas debemos primero saber plantearlos. Para resolverlos debemos conocer los recursos con los que contamos y reconocer cuándo es necesario buscar ayuda.

Requiere razonamiento y también práctica en la toma de decisiones. No podemos prever todos los problemas que nuestros hijos van a enfrentar, pero sí podemos practicar en casa con aquellos que sean previsibles. Podemos aprender de la forma en que otros miembros de la familia enfrentan y resuelven sus problemas cotidianos, podemos jugar a «Qué harías si…», esto es imaginarnos situaciones problemáticas y ver cómo se le ocurre resolverla a cada uno para que el niño adquiera práctica a través de los otros.

Estas nueve habilidades son básicas para que nuestros niños adquieran por sí mismos las herramientas y los conocimientos que utilizarán en el futuro.

Si logramos, en la familia y en la escuela, hacer un equipo para solucionar los problemas con sentido común, comprometidos unos con otros, tomando juntos la iniciativa de esforzarnos y perseverar, asumiendo esta tarea con confianza, motivación y responsabilidad, creceremos juntos.

Enseñar a los niños estas actitudes requiere que nosotros las practiquemos y aquí, como en otras situaciones, padres y maestros aprendemos al enseñar.


Autora: Diana Molina, Licenciada en Antropología por la UIA (México), coordinadora de secundaria de la Comunidad Educativa Tomás Moro.

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