Por primera vez, al menos en la provincia de Santa Fe, dos chicas con síndrome de down lograron superar el nivel superior de educación y se graduaron en la Escuela Provincial de Artes Visuales de la ciudad de Rosario.
Las jóvenes Antonella Cusmai y Juliana Rivas, que demostraron un rumbo hacia una escuela inclusiva, despidieron de la institución con un discurso que pronunciaron ante un auditorio colmado en la Biblioteca Vigil.
«Hoy es un día muy importante para nosotras y queremos agradecer a todos los que nos acompañaron por este camino. A nuestras familias, a nuestros compañeros y a los profesores y directivos de la escuela que supieron descubrir y apreciar nuestras capacidades», dijeron las chicas, tras convertirse en pioneras y vencer perjuicios.
Las jóvenes, tras el acto de graduación que se llevó a cabo el viernes pasado, trabajan para rendir las últimas materias de la carrera en el taller de cerámica de la escuela. Ana Chávez, la docente de apoyo de las chicas, indicó, en diálogo con el diario La Capital, que «fueron cuatro años de mucho trabajo en los cuales ellas pudieron completar dos itinerarios formativos, los talleres de dibujo, pintura, grabado, cerámica y escultura. Pero, sobre todo, pudieron expresarse, adquirieron, libertad, seguridad y muchísima autoestima».
Las jóvenes, tras el acto de graduación que se llevó a cabo el viernes pasado, trabajan para rendir las últimas materias de la carrera en el taller de cerámica de la escuela. Ana Chávez, la docente de apoyo de las chicas, indicó, en diálogo con el diario La Capital, que «fueron cuatro años de mucho trabajo en los cuales ellas pudieron completar dos itinerarios formativos, los talleres de dibujo, pintura, grabado, cerámica y escultura. Pero, sobre todo, pudieron expresarse, adquirieron, libertad, seguridad y muchísima autoestima».
Chávez defendió la idea de «incluir es extender los límites de nuestra sociedad. Yo estoy convencida y defiendo esa idea», aunque advirtió que «todavía falta capacitación, recursos y hasta reglamentación específica para que en las escuelas la inclusión se transforme en una realidad».
Por su parte, Eleonora Pérez, regente del instituto, recordó que hubo momentos duros en el aprendizaje de las chicas, sobre todo en los primeros años. «Con Antonella y Juliana hicimos lo que pudimos, el primer año fue muy difícil trabajar con ellas y otros 75 adolescentes en el aula. Los primeros talleres de apoyo los organizó su profesora ad honórem; recién dos años después recibimos tres horas cátedra dos días por semana para que las chicas pudieran asistir en contraturno para reforzar contenidos o habilidades», sostuvo.