Cuando los locos guían a los ciegos

“Éste ha sido el trabajo más difícil de mi vida”, ha afirmado Ricardo Iniesta. Una declaración que puede parecer sorprendente viniendo de la persona que fundó, hace ahora 35 años, una compañía tan emblemática en Andalucía y en España como es Atalaya. Un director que ha firmado con anterioridad 23 espectáculos, con textos de Lorca, Valle-Inclán, Heiner Müller o los clásicos griegos entre otros, y los ha presentado en 39 países y en más de 170 festivales internacionales.

Pero los amantes del teatro saben bien que William Shakespeare es tal vez el autor dramático más grande de todos los tiempos y que El rey Lear, escrita en 1605 y estrenada un año después, para muchos estudiosos es su obra más lograda.

El texto, la historia de un rey dictador y de sus tres hijas, presenta ante nuestros ojos un mundo complejo donde la ambición desmedida y la crueldad de unos pocos tienen siempre consecuencias funestas para el mundo. Unos hechos tan llenos de verdad y de horror, que sólo a partir de la Segunda Guerra Mundial parecen haberse aquilatado del todo, apareciendo varias puestas en escena en distintos países, con diferentes lecturas según las circunstancias políticas y sociales de cada uno de ellos. Por lo que se refiere a la vieja, cansada y a veces enloquecida Europa, sus contenidos no pueden ser más actuales. Baste citar un par de versos del cuarto acto:“Es calamidad de estos tiempos que los locos guíen a los ciegos”.

En lo que se refiere a España, la primera traducción data de 1870 y, que recordemos, fue Miguel Narros el único que se atrevió en vida de Franco, en 1967 (luego la remontaría dos veces más), a llevarla al Teatro Español de Madrid con Carlos Lemos como Lear y una quinceañera Ana Belén en el papel de Cordelia.Antes, Peter Brook, el grandísimo director y teórico teatral inglés, la había llevado ya magistralmente a escena en 1962 en Stratford-upon-Avon y, durante los ensayos, también había declarado: “Es el reto más difícil con que me he encontrado porque sólo hay una manera de afrontar una obra maestra: la buena. Lo difícil es encontrarla”.

En los últimos diez años, ha habido en España unas cuantas versiones. Entre ellas, la del Centro Dramático Nacional de 2008 (dirigida por Gerardo Vera con Alfredo Alcón como Lear); la que montó en 2013 Pepa Gamboa con Abao Teatro para el Festival de Almagro (con Roberto Quintana en el papel del rey) o la que dirigió Lluis Pasqual en 2015 en el Teatre Lliure de Barcelona, nada menos que con Nuria Espertcomo protagonista. Una grandísima actriz casi octogenaria, que junto a la también octogenaria y no menos grandiosa Glenda Jackson (protagonista en 2016 de la versión estrenada en el teatro Old Vic de Londres) han legitimado la decisión de Iniesta de darle el papel titular a la actriz más emblemática y premiada de Atalaya: Carmen Gallardo.

Tras interpretar a Celestina y a Madrecoraje, Gallardo confiesa que aún sigue luchando para expresar la infinidad de matices que posee su singular personaje.

Pero como puso también de manifiesto Peter Brook, “El rey Lear no es una pieza sobre el rey Lear ya que su estructura se compone de ocho o diez hilos narrativos, todos ellos de igual importancia a la hora de tejer la pieza”.

A esta compleja trama dan vida ahora los nueve actores de Atalaya: Carmen Gallardo, Joaquín Galán, Silvia Garzón, Raúl Vera, Lidia Mauduit, María Sanz, José Ángel Moreno, Elena Aliaga y Javier Domínguez. Siempre presentes en escena, bien como personajes individuales, bien como coro de soldados o de desharrapados, son ellos mismos los que modifican ante el público el espacio escénico mediante unos largos bancos de madera que constituyen la única escenografía de la obra, y los que interpretan en vivo una decena de cánticos, dentro de la más pura tradición atalayana.

Como se decía al comienzo, tal vez hayan tenido que pasar 35 años desde el nacimiento de Atalaya y 10 de la creación del TNT (Centro Internacional de Investigación Teatral), para hacer de Ricardo Iniesta el director más idóneo para afrontar esta puesta en escena. Y no solamente por la madurez alcanzada, ni por haberse enfrentado ya a otro gran texto de Shakespeare, Ricardo III, sino porque, hoy por hoy, Atalaya es la única compañía andaluza con un equipo actoral y técnico estable que le ha permitido, entre otras cosas, realizar más de cien ensayos. Porque se necesita tiempo para que los actores comprendan y encuentren, en esa curiosa mezcla de versos libres y de prosa, la manera de expresar la riqueza de matices que poseen los personajes, sin caer en el énfasis vano y sin que se pierda su gran humanidad.

Además de la dirección y la escenografía, Iniesta ha asumido también la adaptación del texto, reduciendo la obra original (de más de 20.000 palabras, lo que equivaldría a cuatro horas de representación) a alrededor de 10.200 palabras, y lo que es más difícil, tratando de impedir que se escapen matices que pueden ser fundamentales, como los que diferencian las personalidades de las hijas crueles del rey, Goneril y Régane. Carmen Giles, como es habitual, ha sido la encargada de vestirlos a todos.

La pieza, que ha obtenido grandísimos elogios en su presentación, con carácter de preestreno, en el Festival de Teatro Clásico de Olmedo (Valladolid) el pasado día 20, se estrenará oficialmente el próximo día 11 de agosto en la XXXIV edición del Festival de Teatro y Danza Castillo de Niebla para llegar finalmente a Sevilla en el mes de diciembre.

Atalaya obtuvo el Premio Nacional de Teatro en 2008 y el pasado mes de mayo recibió la Medalla Ciudad de Sevilla por su trayectoria en el fomento de la cultura y el arte.

Original.

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