Claves para reconocer y entender el autismo

Autismo

Se trata de un trastorno que afecta a 1 de cada 68 personas dentro del llamado espectro autista. Si bien a través del cine se ofrecen miradas de la vida de estas personas, la realidad es mucho más distinta y compleja.

Consciente de la necesidad de que el país entienda la gravedad de la condición y mejore la atención de los afectados, ‘La Prensa’ se une a la Fundación Enséñame a Vivir para divulgar información sobre el tema.

REALIDAD

El autismo, para aquellos que no han estado en contacto con el trastorno, puede parecer como se presenta en las películas y la televisión: distintas versiones del personaje de Dustin Hoffman en la popular película Rain Man. Sujetos inteligentísimos, con capacidades científicas, matemáticas y hasta artísticas, fuera de serie.

La realidad, en sí, es quizás menos llamativa y más complicada. Para el autismo no hay, hasta el momento, una causa única y definitiva ya que entran en juego factores genéticos y ambientales variables.

Para entenderlo, la neuróloga Silvia Velarde toma papel y lápiz en mano e ilustra rápidamente la manera en la que el cerebro procesa y maneja los estímulos y la información que recibe. Siempre comparándolo con una especie de computadora, encuentra el punto que separa a aquellos que caen dentro del espectro autista del resto de la población: su falta de cognición social.

Conocida como la teoría de la mente, se refiere a la función que permite percibir y comprender las sensaciones propias y las del prójimo. “El niño autista prioriza el objeto sobre el sujeto”, explica Velarde, agregando que ejemplos de este tipo de conducta son buscar la soledad, aislándose en su propio mundo, sobre la usual predilección humana de interactuar en grupo.

Cuando hablamos del espectro autista, apunta la neuróloga, hablamos de personas con una reducida o inexistente teoría de la mente a la que además se le pueden sumar otros trastornos neurológicos que comprometen el habla, la función motora, el coeficiente intelectual, que le hacen inflexible ante los cambios o que impulsan en el individuo las conductas repetitivas y obsesivas. La cantidad de funciones comprometidas determinará si se trata de un caso en el que apoyado de terapias se puede asistir a una escuela regular o si se trata de personas que se benefician más de terapias y educación dirigida a potenciar sus habilidades y cambiar sus comportamientos negativos.

LA IMPORTANCIA DEL DIAGNÓSTICO

Aunque el diagnóstico se puede lograr con más seguridad entre los dos y tres años, Velarde explica que desde los seis meses existen pistas que dan la señal de alerta.

Nilda Santamaría, psiquiatra del Hospital del Niño, habla del autismo armada de las anécdotas que su tiempo en el campo le han dejado.

Un niño que no sonríe, que no mira, no llora por la comida o ignora a las personas a favor de los juguetes es uno que, para Santamaría, debe ser evaluado con cautela.

La familia, explica la psiquiatra, suele enfrentar negación a la hora de aceptar el diagnóstico, ya que viene acompañado de una difícil realidad: el autismo no tiene cura. El rol de los profesionales de la salud involucrados y capacitados en el tema es el de mejorar muchos de los comportamientos y ayudarlos a integrarse al mundo que los rodea de una manera más efectiva.

Pediatría es la especialidad que primero tiene la oportunidad de hacer este diagnóstico y, para Santamaría, la detección temprana hace la diferencia porque permite que el niño obtenga la atención necesaria y, en algunos casos, no retrase tan significativamente su aprendizaje escolar.

Él diagnóstico temprano puede ser difícil en los casos en los que los niños pertenecen a familias de escasos recursos, explica Santamaría, debido a que muchas familias humildes, plagadas por la falta de información y los pocos recursos, rara vez buscan ayuda y, en algunos casos, optan por encerrar al niño al no saber cómo lidiar con sus limitaciones. Es por eso que también es importante que tanto los padres como los hermanos de un niño autista expresen sus emociones y, en muchos instancias, resentimientos.

LOS SIGNOS

Este trastorno neurológico presenta signos como el aleteo de las manos o girar sobre sí mismo, las conductas obsesivas, la repetición de palabras, caminar de puntillas, no responder ante su nombre o no señalar objetos de su interés.

Suelen, además, presentar un trastorno sensorial. Les incomoda la luz, presentan reacciones adversas a ciertos sonidos o, inclusive, a determinadas texturas como la arena. Reacciones exageradas a los estímulos sensoriales, como por ejemplo esconderse debajo de una mesa ante un ruido fuerte, son señales de precaución.

En el caso de la supuesta predisposición a la violencia, ambas especialistas de la salud recuentan casos en los que la agresión, que en la mayoría de los casos era hacia sí mismos, nacía de su inhabilidad para comunicar algo que deseaban o les afligía en ese momento.

En las redes sociales circula, en los últimos días, el video de un adolescente autista que ha hallado su lugar detrás de la barra de una popular cadena de cafeterías estadounidense. Allí, preparando café al son de la música, ha encontrado una manera de convertir sus movimientos involuntarios en un baile que comparte con sus colegas y los visitantes, por igual.

En Panamá también hay ejemplos de chicos con esta condición que, tras una detección y atención temprana, han logrado incluirse a la vida productiva.

Cada autista es diferente, desde sus limitaciones hasta sus capacidades, pero el valor del diagnóstico temprano y del apoyo que debe llegar con este tienen un impacto invaluable en su desarrollo. Si desea conocer más información sobre el espectro autista, contactar a la Fundación Enséñame a Vivir ( fundacioneav@gmail.com o llame al teléfono 314-3010).

Original. 

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