Autismo y el dilema de decir ‘no’

No hace ni dos días que nuestro hijo se presentó en el salón de casa con la tablet en la mano. Todo normal, hasta que nos dimos cuenta que el cable de carga seguía ahí, enganchado, y al final del mismo el enchufe del mismo que, literalmente, había arrancado. Evidentemente aquello era un peligro, un acto con un riesgo evidente. Un chispazo, un cortocircuito, un cable pelado. Mil opciones que nuestro hijo no ve, pero nosotros sí y que, en el caso de los niños con autismo, nos lleva a un dilema al que el resto de padres no tienen que enfrentarse en su día a día.

La palabra ‘no’ es un concepto complejo en los niños con TEA. De hecho, son muchos los profesionales que abogan por utilizarla lo mínimo posible y, en muchos casos, están incluso aquellos que abogan por su desaparición absoluta en el trato con el niño.

Entonces, ¿qué se supone que debíamos hacer cuando vimos aparecer a nuestro hijo? ¿Hay que dejarle continuar aunque sepamos que está mal lo que hace y su acción puede acarrear un riesgo incluso para su vida? ¿Hay que reñirle cariñosamente? ¿Abroncarle incluso aunque no lo entienda?

Lo cierto es que cada terapeuta y cada familia actuarán de una forma concreta y tendrán sus opiniones al respecto, aunque para nosotros está muy claro cómo actuar, porque ante todo y por delante de cualquier otra cosa nuestro hijo es un niño. Sí, tiene TEA, pero antes es un niño y como a cualquier otro niño hay que intentar ponerle límites, decirle qué está bien y qué está mal, intentar que lo entienda y en última instancia, si no lo entiende, delimitar estos actos con nuestra actitud hacia sus acciones. Por todo esto, vemos tres claros niveles en nuestra vida diaria en lo que se refiere al ‘no’.

1.- Ciertamente, no es bueno utilizar la negatividad para el desarrollo de un niño con autismo y por ello se debería intentar siempre comunicar de forma positiva. Por ejemplo, de cara al trabajo en mesa, es mejor pedirle que se siente a decirle que no se levante.

2.- Sin embargo, como ya decíamos, es bueno marcarle límites, que sepa lo que puede hacer y lo que no. Diferenciar el bien del mal, ya sea a través de su propio discernimiento o por las reacciones que provocan sus acciones en nosotros. Sirva de ejemplo el tirón que dio del enchufe de la tablet o cuando intenta meter los dedos en los huecos de la puerta cuando se abre y está a punto de cerrarse.

3.- Y queda un tercer nivel, el del ‘NO’, en mayúsculas, a voz en grito, el que todos los padres guardamos para cuando vemos en peligro a nuestros hijos, tengan estos TEA o no. Ese grito que sale de la boca del estómagocuando intenta cruzar la calle sin mirar o cuando se asoma al hueco de la escalera y avanza sin miedo ante la caída segura. Y sólo en esos casos, pues utilizar ese ‘NO’, ese tono sí puede ser contraproducente.

Es probable que no todos los padres de niños con TEA estén de acuerdo con nosotros. Lo más normal es que haya bastantes discrepancias al respecto y, de hecho, es lo lógico porque cada niño es un mundo y cada niño con TEA un universo en sí mismo, aunque para nosotros, como ya hemos dicho, antes que el autismo, lo que define a nuestro hijo es que es un niño.

 

Original. 

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