Acto de fe (Testimonio de un papá)

«No me empujen, que estoy cerca del borde»
Granmaster Flash and the Furius Five



Solo le era posible dar un paso a la vez, caminaba muy lentamente. Cuando se inclinaba demasiado, hacía malabares de contrapeso para mantenerse erguido. Parecía que el hombre no llegaría, de un momento a otro se iría al suelo inevitablemente. El grupo de espectadores que le seguían estaba dividido. Algunos querían verlo caer, pero los otros apostaban que lo lograría.

No, no se trataba en absoluto de un individuo discapacitado o con problemas motores. Un artista del equilibrio surcaba un pedazo de cielo apoyando los pies en un grueso cable. Una larga pértiga le devolvía la verticalidad de vez en cuando. A unos cuantos metros del final, aceleró sus pasos y terminó la temeraria caminata.

Tuve ocasión de presenciarlo hace algunos años, pero todavía lo recuerdo. El artista extendió los brazos al cielo y el público extasiado lo catapultó a la gloria. Con una agilidad asombrosa descendió como una araña de la plataforma improvisada en la plaza y recogió la bolsa con el dinero recién colectado. No había asegurado con ello su futuro, pero sí el día.

Caminar en la cuerda floja, no es otra cosa que un «curioso acto de fe», semejante en gran medida a la proeza de ser padres especiales. Ambos recorremos un camino difícil y es necesario sobre todas las cosas confiar siempre para poder llegar al final. Pero el éxito del equilibrista se basa también en otros dos factores, además de la confianza. Estos son la preparación física, y la paciencia.

La confianza, es una manera menos mística de llamar a la fe y la fe es esa fuerza que sustenta cada acto consciente e inconsciente de la vida. Sólo creyendo, conseguiremos mantenernos encaramados sobre la cuerda todo el trayecto. ¿Qué sería de nuestra vida sin la fe?. Viviríamos hundidos en la desesperanza y un desaliento terrible. En la Biblia, el apóstol Pablo dice con respecto a la fe: «…la certeza de lo que se espera, la convicción de lo no se ve,». La fe es el ejercicio de confiar cuando todo indica desconfianza. Es elegir ver un futuro prometedor en un presente de desaliento. Es esperar recibir justo lo que necesitamos para continuar la marcha. Es saber que existe una fuente inagotable de recursos para nuestra provisión. Es elevar el espíritu ante la divinidad. Es creer.

Nuestra condición física es de vital importancia ante la exigencia de energía permanente por parte nuestros hijos y sus demandas especiales: Tiempo, esfuerzo, atención y cuidados. Mucho desgaste para un organismo en permanente estado de alerta.

Por ello es importante la preparación física y mental.

La preparación implica el deseo y disposición de ponernos a tono e integrarnos en el singular proceso de nuestros hijos. Aceptando los retos. Tratando de comprenderlos y amarlos tal como son: Estudiando sus fortalezas y debilidades en un esfuerzo titánico para su adecuada crianza. Pero otorgándonos también el merecido descanso físico y mental para un rendimiento adecuado.

La paciencia, esa tan necesaria virtud propia de los santos y de los ascetas, pero tan lejana y remota como experiencia en nuestras propias vidas. La paciencia es el arte de esperar sin desesperarse, es la cualidad que permite al equilibrista de nuestra historia dar el paso lento y acertado para no precipitarse a tierra. No importa cuantas veces se halla caído antes, la paciencia le permitió levantarse e intentarlo una y otra vez hasta alcanzar la práctica y la habilidad de caminar sobre lo imposible.

¿Alguna vez ha sentido deseos de claudicar? ¿Ha perdido la fe y la esperanza? ¿Ha sentido que este es un rol para el cual no está preparado? ¿Se halla en los límites de su paciencia? ¿Se ha preguntado cómo reaccionar ante las vicisitudes económicas que tan cotidianamente nos acechan?. ¿No sabe qué hacer?

La tensión social, los problemas domésticos, los conflictos de pareja, las falsas expectativas, el maltratado y empequeñecido presupuesto familiar, la imperante necesidad de recibir colaboración sin tener con quien contar y un millar de otros detalles, van mermando la fe, destruyendo la confianza, agotando nuestra condición física y nuestra paciencia.

Pero no se sorprenda ni se inquiete ante semejante panorama. Usted no es el único padre especial que lucha contra las adversidades, tan sólo es otro temerario y atrevido caminante sobre la cuerda que desea triunfar. Para ser honestos, cualquier padre, sea cual fuere la condición de sus hijos debe transformarse en un artista del equilibrio para intentar llegar al final. Sin duda, usted tendrá que echar mano de estos tres elementos para lograr un buen desempeño.


Por último debemos mantener presente un singular detalle que hemos soslayado intencionalmente. ¿Qué seria de un artista con fe, paciencia y aptitud física, pero sin el indispensable «equilibrio» para soportar los embates del viento y los efectos propios de la gravedad? Sería un artista destinado a caerse una vez empezado el trayecto. El equilibrio en sí mismo es la particularidad de mantenerse sin caer, de doblarse sin quebrarse, de sopesar sanamente lo positivo y negativo. Es el arte de mantenernos en el centro, lo más alejados posible de los dañinos extremos. Es la adecuada elección entre una merecida reprensión o un beso. La fórmula para alcanzar la ecuanimidad en nuestra vida.


El sujeto de mi historia recibió al final un estruendoso aplauso y una bolsa de dinero a medio llenar. Nuestra recompensa en cambio es invaluable.

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